Me quedo mirando como se aleja. Se ha puesto un vestido que me encanta y que le sienta de maravilla. Se ajusta perfectamente a las armoniosas curvas que conforman su cuerpo. A pesar de haber dormido poco, y de la tensión vivida, Ana, está hermosa y avanza hacia Prescott con seguridad y firmeza. Sawyer irá como conductor, y Prescott de co piloto. Permanecerá con ella en la oficina, en todo momento. Será su segunda piel y le pido que por favor, ese día no me cree más problemas que los que ya tengo. Ella me da su palabra de que así lo hará. La veo perderse en el ascensor y vuelvo a revisar toda la documentación existente y referente a Hyde, para llevarla a comisaría. Aunque no se ha divulgado, hemos comprobado que el incendio del servidor, el accidente del Charlie Tango y ahora el intento de secuestro y allanamiento de morada, forman parte de un mismo plan ideado y ejecutado por Jack Hyde. ¿ Venganza por su expulsión de SIP? ?¿Hasta ese extremo puede llegar la locura de la gente por un despido más que justificado? Tenemos pruebas muy duras que pudimos conseguir de su ordenador cuando entramos en sus datos. Se explican muchas cosas que antes nos parecían extrañas. No diré nada a Ana. Nada hasta que no sea estrictamente necesario; no quiero crearle más alarma e inseguridad de la que ya tiene. Sigo enfadado con ella,, aún más que enfadado, estoy muy preocupado por todo lo acontecido. No me gusta que estemos disgustados, no me gusta el haberla rechazado en la ducha esta mañana, pero francamente, no quería demostrar que todo había pasado, porque en realidad todo sigue igual. No tengo ganas de trabajar; me siento cansado y muy confuso. Iré a hablar con el policía y después volveré a casa. Allí esperaré a Anastasia, y quizá idee algún plan, para hacernos olvidar todos los momentos amargos que hemos vivido.
El inspector Clarck se pone en contacto conmigo y me solicita que mi esposa pase por comisaría. De ninguna manera, que sea él quién vaya hasta la oficina. Estará más segura que yendo hacia ese nido lleno de delincuentes apresados. Da su conformidad y me comunico con Ana para hacérselo saber. No tengo muchas ganas de juegos en el correo, por lo que soy escueto y conciso. Ella también lo es en sus respuestas. Pero en un correo me pregunta y busca la confirmación. Presiento que algo la enfada, pero no tengo ni idea de lo que pueda ser, y eso que la conozco muy bien
- ¿ A qué hora llegaste anoche ?
No lo esperaba y dudo antes de responderla. Se perfectamente porqué lo hice y ella, ahora, también lo sabe, porque antes de que yo lo confirme o lo niegue, recibo la respuesta.: porque estaba en un bar tomando unas copas. ¿ Qué debo responderla ? me quedo dudando; es más lista de lo que pensaba y no se me ocurre nada, porque ahí está la clave de su enfado. Guardo silencio y al cabo de un rato le hago saber que no sea tan curiosa porque suele ser peligroso. Ella me responde que ha acertado. Sencillamente cambió de opinión, y no estoy de acuerdo: si se da una palabra ha de mantenerse, no tiene nada que ver si eres una cría o una adulta . No debió ir y punto Cierra el correo y no hay más misivas. Lo que significa que también ella sigue furiosa . He tomado una decisión: el día de ayer fue difícil y el de hoy está resultando tenso. Bien, pues es hora de que zanjemos todo. Si desea hablar, hablaremos, la escucharé y trataré de controlarme, porque aún no se me ha pasado del todo el enfado. Acudo al cuarto de juegos y busco en la cómoda los pantalones vaqueros, desarrapados que tanto le gustan a Anastasia, me pongo una camiseta y descalzo, regreso al salón. Miro el reloj; Anastasia no tardará mucho en llegar. Y efectivamente a los diez minutos está en casa.
Se queda algo sorprendida cuando ve cómo estoy vestido, y sonrío con la sonrisa marca Grey, que no es muy explícita, pero si seductora y que encandila a mi mujer. Me acerco hasta ella, la beso suavemente y la tomo por la cintura acercándola a mi. Noto que está sorprendida; es posible que esperara un Christian furibundo como el de esta mañana dispuesto a montar la bronca nuevamente. La descoloco con este recibimiento. ¡Bien! . Acaricio su cara con mi nariz y sin despegarme de ella, le pregunto cuál es el problema que tiene para estar tan enfadada conmigo. Le hago notar que yo también sigo enfadado. Pero estoy jugando mi baza y se que voy ganando. Ella responde a mi caricia, entornando los ojos y abriendo los labios como si le costará respirar. Pero es tozuda e insiste en preguntarme cuál es el problema y a qué se debe el enfado. Le respondo que por no haber cumplido su palabra . Responde airada que si hubiera sabido mi precipitación en el regreso no lo hubiera hecho. No sólo cambió de idea, sino que no tuvo la delicadeza de hacérmelo saber.
En ese momento represento en mi memoria lo que imagino ocurrió, y no puedo evitar un escalofrío de miedo... Y, basta ya. La abrazo y estrecho contra mi. Me lamento y ella se da cuenta de lo mal que lo estoy pasando y me dice que está bien. que me tranquilice y que olvidemos de una vez el incidente. En definitiva nadie está herido y Jack está en la cárcel. En dos ocasiones he tenido tantísimo miedo, y las dos tienen que ver con Ana: una en su apartamento amenazada por Leila con una pistola, y anoche con el intento de secuestro. ¡ Es tan valiosa para mi, la quiero tanto !, que no sabría qué hacer si le ocurriera algo, y fuese yo el origen. Este es un mantra que me repito una y otra vez cada vez que surge alguna complicación en nuestro vivir diario, y lo veo alterado por cualquier circunstancia.
Me desconcierta, pierdo el control y eso me asusta. Se que no le haría daño pero ¿ lo sabe ella ? Temo que se asuste y salga corriendo nuevamente. y eso es lo que me hace sentir esa lucha interna que tengo conmigo mismo. el afán de protegerla y el de protegerme a mi mismo para que no se vaya de mi lado. Ella me lo repite una y otra vez, y pienso que está convencida de ello , pero yo sigo teniendo miedo.
Protesta cuando al abrazarla nota mi excitación y deseo ir a la cama. Ella quiere que hablemos de todo lo que ha ocurrido. Me doy por vencido. Conozco perfectamente cuando ella no va a ceder y decido que tenemos que hablar y que le tengo que informar, al menos, de lo más imprescindible.
Y entablamos una interminable charla a base de preguntas y respuestas poco concretas por mi parte. Me estoy moviendo en un terreno pantanoso; ella se las arregla siempre para sonsacar lo que desea saber. Corto la conversación ante las protestas de ella que sigue queriendo averiguar más, pero hasta ahí he de informarla:, del resto ya se enterara en su día.
-Tengo hambre ¿ y tú ? - digo para terminar con el interrogatorio
A mi pregunta, ella se calla y no sabe qué responder., lo cual me indica que hoy no ha comido nada. Siempre tengo que estar pendiente de si come o no. Pero no quiero enfadarme, ahora que hemos solucionado lo de ayer. La tomo de la mano y la conduzco hasta el mostrador de la cocina
- Siéntate - la ordeno
- Siempre tan mandón señor Grey
Sonrío. He dado a Gail y a Taylor, la noche libre. Deseo estar a solas con mi esposa. Se extraña de que sea yo el que prepare la cena
- Sólo he de ponerla en el microondas, cariño, pero antes...
Saco de uno de los bolsillos de mi pantalón, un pañuelo y le anuncio que voy a vendarle los ojos y que tendrá que adivinar por el gusto lo que esta comiendo. Y así lo hago. Meto en el micro un plato de cordero asado con finas hierbas, cuyos aromas se expanden por la cocina deliciosamente.
Al sacarlo me quemo en el dedo índice y me quejo. Ella se ríe y me dice que me acerque: va a darme un besito, igual que se hace a los niños pequeños para curar las heridas. Yo introduzco mi dedo en su boca, y ella sabe lo que deseo y suavemente procede a chupármelo, como si estuviera haciendo otra cosa. Estos son los juegos que me gustan, esa seducción de ella hacia mi y viceversa. Saco el dedo de su boca y la beso en los labios. Mientras tanto una dulce y sugerente música como telón de fondo, incita a la intimidad de los amantes.
Voy partiendo el cordero a pequeños trozos y ambos comemos alternativamente. Bebo un sorbo de vino y lo deposito en su boca desde la mía, tal y como hice otra vez en su apartamento. También aquella, fue una noche memorable; a penas nos conocíamos y yo estaba enfadado, como hoy, porque me había mandado un correo, en el que bromeando, me insinuaba que no quería saber nada de mi. Tuve que recordarla lo a gusto que se encontraba en mi compañía en determinados momentos. Ella lo traga deprisa y me pide un nuevo sorbo. Es delicioso este jugueteo de seducción, después de lo complicado del día que hemos tenido. Cuando ya hemos saciado el hambre, la conduzco al cuarto de juegos. Noto que ella se alegra, aunque no tiene ni idea de lo que le espera tras esa puerta.
Le doy besos en el cuello, en los labios, en el rostro y ella entorna los ojos y sonríe. La desnudo y la descalzo, dejándola en ropa interior. La llevo hasta la cruz, le quito las braguitas y vendo nuevamente sus ojos. La música suena en la habitación y ella mueve la cabeza tratando de encontrar algo que la oriente en lo que estoy haciendo. Me dirijo a la cómoda y recojo unos juguetes que utilizaré con ella. Me acerco lo suficiente para que note mi presencia, sienta mi calor, pero que no pueda tocarme. La he atado con las correas a la cruz . Los brazos y las piernas extendidas.. Está totalmente indefensa y a mi merced. No quiero que hable, sólo que escuche, que perciba mis movimientos, porque no podrá tocarme aunque esté muy cerca de ella, pero quiero que sienta mi presencia. He trenzado su pelo y la he acercado a mi cuerpo para que perciba mi propia excitación. Ella se revuelve y me pide algo que no voy a darle. Adelanta sus caderas hacia mi, buscándome. Desea sentirme. Yo la beso y con los dedos, bajo las copas de sujetador. Juego con su pecho los beso , y ella gime y suplica que la libere de la deliciosa tortura que está sintiendo. Pero todo no ha hecho más que empezar.
Ella no lo sabe, pero ese será mi castigo por haber cambiado de idea y no habérmelo hecho saber. Le estoy aplicando la primera norma de las sumisas: la negación del orgasmo. Me siento invadido por un cúmulo de sensaciones. De repente siento que he retrocedido en el tiempo, que estoy jugando en el cuarto rojo, que tengo a mi mujer atada en la cruz y la niego el placer. Tengo que luchar contra ese sentimiento y recapacitar que verdaderamente Ana es mi mujer, no mi sumisa. Pero todo el miedo, la furia y la preocupación del día anterior, se juntan en ese momento, y el sentimiento de castigo es más poderoso que yo. Sigo torturándola . Siento una necesidad imperiosa de hacerlo y vuelvo a besarle en la garganta, en el pecho y bajo la mano hasta su vientre y sus nalgas, que aprieto hacia mi hasta que la tela de mis pantalones rozan su parte más íntima. Ella se mueve, pero inmediatamente me retiro. Me introduzco en su cuerpo con la mano. Ella sigue retorciéndose tratando de desasirse de las correas que la retienen, sin conseguirlo.
-Me vuelves loco, Ana - la digo con voz ronca que me cuesta reconocer
Tomo el juguete que había sacado, y vuelvo a recorrer su cuerpo con él, pasándolo una y otra vez por la superficie de él, centímetro a centímetro, por todo él. Y voy bajando y ella sigue retorciéndose, y suplicando que la libere de esa tortura.
El tono de su voz ha cambiado, ya no es sólo excitación, también quizá desesperación porque se está dando cuenta de que no es sólo un juego. Y después de recorrer su piel, llego al sitio más sensible y allí lo dejo unos instantes, y entonces ella comienza a llorar porque sabe, con toda certeza que es un castigo y que no voy a permitir que llegue al final. Entonces me lanza una palabra que nunca creí volverla a escuchar, pero hace que me detenga inmediatamente, e inmediatamente, tome consciencia de la verdadera situación que estoy haciéndola vivir
- Rojo, rojo...- dice con angustia con desesperación.
Y yo, en ese momento, vuelvo al aquí y al ahora: "Grey te has pasado, no es tu sumisa, no puedes negarla el orgasmo, es cruel y no se lo merece. Es tu mujer, no es tu sumisa". Reacciono inmediatamente alarmado, la desato, y la arropo con mis brazos besándola y pidiéndola perdón. La llevo en brazos hasta la cama y la tapo; ella se acurruca en mi pecho sin pronunciar palabra. " ¿ Te das cuenta ?. Ella te quiere, confiaba en ti. Creía de buena fé que ibais a jugar, pero nunca que buscabas el castigo. ¿ Qué vas a decirle ahora ?"
"La has dejado destrozada. Tienes que calmarla y sobre todo tienes que hacer que te perdone. No vuelvas a hacerlo, Grey, porque de lo contrario ella desconfiará de ti, y siempre sentirá miedo cada vez que quieras tomarla. A eso tenías miedo ¿ no ? Pues esta vez te has cubierto de gloria. Si es eso lo que buscabas, has hecho un pleno. Nunca te haré daño, nunca te haré daño. ¿Qué crees que acabas de hacer?"
No, no, por favor Anastasia, perdóname, cariño. Ella levanta su ojos hacia mi llenos de lágrimas y me pregunta con un hilo de voz el por qué lo he hecho. ¿ Debo decirle la verdad, que ha sido para castigarla? Lo siento nena, me perdí en el momento. Se que no ha estado bien, pero...
- Recordaste otra situación....
- No... Pero nunca obedeces y haces lo contrario de lo que dices y me vuelves loco
- No prometí obedecerte. Cambié de idea, simplemente. Reconozco que debí avisarte, porque sé cómo te preocupas por mi, y el afán tuyo por protegerme. He sido egoísta, pero no vuelvas a hacerlo, es cruel. Te prometo tenerlo en cuenta, no porque vuelvas a castigarme, sino porque tú lo pasas mal.
- Perdóname, nunca deseo hacerte daño, pero reconozco que esto ha sido intenso, muy intenso y difícil de soportar para ti. Habrás de saber que al oírte pronunciar la palabra de seguridad , volví a la realidad. No me podía creer que mi mujer necesitara pronunciarla. No estaba pensando en otro tiempo, ni en otra mujer; sólo pensaba en el escarmiento para que otra vez tuvieras en cuenta mi preocupación. Sólo eso.
- Está bien. Ya ha pasado todo y no vas a volver a hacerlo. Y ahora quiero que me cuentes todo lo que has averiguado de Jack
- Ana, por favor ...
-Christian, dímelo ¿ por qué has aumentado la seguridad en casa de tus padres?
- Porque también ellos están en peligro. Encontramos en el ordenador datos extensos de todos nosotros.
- Pero ¿ por qué ?
- No lo sé
- Qué más. ¿ Cómo entró en nuestra casa ?
- En la furgoneta de mudanzas del tío que encontramos en el ascensor. Y en ella..
- ¿ Qué había en ella ?
- Ya basta Anastasia, olvídalo
- No, no voy a olvidarlo. Dímelo
- Encontramos un colchón y un anestésico muy fuerte. Y una nota dirigida a mi
- ¿ A ti? ¿ Y que decía ?
- Te juro que no lo sé. Eran frases sin contenido para mi. La policía está tratando de establecer una conexión, pero yo no tengo ni idea. Vino con el plan de secuestrarte
- No tiene sentido Christian, no lo entiendo
- Yo tampoco, cielo. La policía sigue las investigaciones, pero yo por nuestra cuenta he enviado a Welch a Detroit para que trate de saber algo más
- ¿ A Detroit?
- Si, Hyde es de allí
- Pero ¿ qué tiene que ver contigo ?
Estamos llegando a algo que no deseo tocar. No quiero darle más información, al menos durante esta noche. Creo que ya hemos tenido bastantes sobresaltos. Trato de eludir la respuesta, pero creo, también, que no va a alarmarle más de lo que ya está. Debo responderla, de lo contrario no parará hasta sacarme la verdad.
-Ana..., Elliot y yo, nacimos en Detroit.
Y de nuevo vuelven a mi mente los recuerdos de mi niñez. Aquel apartamento pequeño, mugriento y siempre a oscuras. Aquel sofá en el que me refugiaba de los golpes del Hombre Malo. Aquella cama en la misma habitación sólo separada por una cortinilla, también sucia y vieja, por la que escuchaba la serie de ruidos que hacían mi madre y él, y que algunas veces veía que estaba encima de ella, y ella se ¿quejaba ? Entonces pensaba que si, pero ahora sé que no era verdad, que era otra cosa ¿ placer o fingimiento ante aquel animal que abusaba de ella ?. Y aquella alfombra verde, sucia, rota y mugrienta. Y aquella mano de mi madre, inerte, colgando fuera de la cama y fría como el hielo. Y luego aquella gente que se la llevó y a mi al hospital. Cierro los ojos con fuerza para no seguir recordando y abrazo más fuerte a Anastasia, y la atraigo hacia mi y beso sus cabellos, y la beso a ella y nuevamente la pido perdón por haberla castigado de esa manera tan cruel y egoísta, siendo una de las personas que más me quiere en este mundo, y la que más lucha por mi y por hacerme feliz.
Y recuerdo mi anterior castigo en nuestra luna de miel, pero aquello tuvo compensación, lo de hoy no. Me siento mal, muy mal. No encuentro satisfacción al hacerlo, porque después, aunque en el momento me pierda, el sentido de haber hecho algo incorrecto con ella, me mortifica y me amarga. Me prometo a mi mismo que nunca más se repetirá. Jugaremos, pero nunca más un castigo.
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