Después de la noche tan extenuante, mi sueño ha sido fantásticamente placentero. Al despertarme, lo primero que busco es el rostro de Ana, que duerme a mi lado, distendida y hasta me parece que sonrie. Como siempre, la tengo abrazada, sintiendo su cuerpo junto al mio, su piel en mi piel. Somos dos cuerpos en uno solo. Me siento feliz. Pero tengo que irme: Mi mañana va a estar bastante ocupada. He de volar a Portland, a la Universidad para tratar la nueva subvención para el laboratorio; este año la aumentaré. Las necesidades de la gente no sólo no han remitido, sino que aumentan. Yo tengo dinero de sobra y pienso que hay que repartir el bienestar. Después he de ir al notario y formalizar la compra de la casa, de nuestra futura casa. Ross me acompañará; y por primera vez subirá en el Charlie Tango. Será la segunda mujer que lo haga, fuera de mi familia. La primera ha sido Anastasia en nuestra primera y gloriosa cita. Y por último regresaremos a Seattle. He quedado con Anastasia en reunirme con ellos en un bar a tomar algo. Estarán Kate y Eliot, que por fin han regresado. José y Ethan el hermano de Kate. No es que me haga especialmente feliz esa reunión. Me gustaría venir directamente a casa y enseñar a Ana el plano y la escritura de la compra de nuestra casa. Ella no sabe que la voy a comprar. Creo que está a la espera, y no se imagina que ya estaba apalabrada cuando ayer, fuimos a visitarla. Sólo faltaba su aprobación para que fuera nuestra en su totalidad. Se ha despertado. Me acerco a ella. Deseo que vuelva a dormir, es muy temprano. La beso, la acaricio y salgo del dormitorio para no desvelarla.
Taylor me lleva hasta la oficina, allí recogeremos a Ross que portará toda la documentación y las estadísticas realizadas con las inversiones, y los informes de los ingenieros en los que indican donde serán más productivos los cultivos de la zona para saciar el hambre . Se han instalado los sistemas de riego, y ahora las cosechas están a resguardo de las sequías. Al menos una pequeña porción del mundo, no pasará hambre. Invertiremos más capital; lo he hablado con el Rector y está encantado porque estimula a los estudiantes a esforzarse más, dado que sus estudios redundan en beneficio de aquellos seres que han pasado un hambre atroz, y han sido desnutridos toda una generación de niños. Eso no debería pasar, y si yo puedo evitarlo, lo haré.
Cuando llegamos a Grey Enterprises, Ross ya lo tiene todo dispuesto. La noto nerviosa, y es que eso de las alturas no le agrada mucho, a pesar de que viaja constantemente en avión debido a nuestro negocio. Es una colaboradora excepcional, con la que me entiendo a la perfección. Trabaja conmigo desde el principio, y creo que tuve un acierto pleno cuando entró a formar parte del equipo. En realidad todos mis empleados son extraordinarios, por ello les compenso holgadamente siempre que es necesario. Creo que ellos están a gusto trabajando para mi, y eso representa éxito en todo lo que emprendemos.
Al llegar la helipuerto, alquilamos un taxi, que nos lleva directamente a la Universidad. voy en silencio imaginándome a una inquieta y tímida señorita Steele recorriendo sus pasillos. Y de ello no hace tanto, pero las cosas han sucedido tan veloces, que parece haya pasado una eternidad.
La Universidad nos lleva un par de horas; todo está correcto y la Junta lo aprueba sin problemas. Todo está detallado, ampliado el capital, lo que les ha llenado de satisfacción, hasta el punto de aplaudirme cuando lo anuncio. No me gustan esas expresiones, porque creo que es justo repartir lo que a mi me sobra y a otras gentes les falta en cantidad. Volvemos al centro de la ciudad; aún nos falta más de media hora para la cita con el Notario. Llevo a Ross a una cafetería, y allí, sentados ante un café charlamos como dos buenos amigos. Ella me habla de su vida con su compañera, que es totalmente feliz. Y yo le comento que posiblemente me comprometa con Anastasia. Es una mujer muy inteligente y hace sus cábalas, pero dada la confianza que tenemos, me pregunta abiertamente
- ¿ Vas a casarte Christian ?-. Yo no esperaba que fuera tan evidente, y al mismo tiempo pienso que no voy a ocultarlo. No tengo el porqué, y respondo afirmativamente, rogándole que no divulgue la noticia. Primero he de pedírselo a ella, que aunque ya lo he hecho, aún no me ha contestado en ningún sentido.
Todas las gestiones han sido realizadas correctamente. La llevo hasta Le Picotin, puesto que es la hora de almorzar. Nuevamente a mi memoria llega la noche de nuestra reconciliación y el encuentro en el callejón. Sonrio y a Ross le llama la atención, y me pregunta lo que me ocurre.
- Nada. Se trata de una anécdota que me ocurrió la última vez que estuve. Una tonteria, nada de importancia.
Y proseguimos la charla que manteníamos mientras terminamos de comer.. Finalizado el almuerzo, de nuevo estamos en marcha. Acudo al notario mientras Ross da una vuelta por los comercios de la ciudad; y quedamos en un determinado sitio, para cuando finalice las gestiones, regresar de nuevo a Seattle en el Charlie Tango. Después de hacerlo Ross me pide que dé una vuelta por el monte Saint Helens, nunca le ha visto desde el aire. Todo había salido bien, estábamos contentos, y el desviarnos de la ruta sólo iba a llevarnos cinco minutos. Deseo complacerla y giro el mando que hace dar la vuelta al Charlie Tango.
Pero cuando ya estamos rumbo a ello, noto que algo no está correcto ¿ Qué ocurre ? Tengo el Charlie desde hace tiempo; las revisiones indican que el aparato está perfecto ¿ Entonces? Pero, si mis dudas se confirman: algo está fallando. Procuro que Ross no se de cuenta de que algo me preocupa. Busco incansable un lugar despejado para aterrizar y averiguar lo que ocurre, pero los mandos no me responden y presiento que vamos a estrellarnos en una zona boscosa, totalmente cubierta de árboles, y no hay a la vista ningún claro donde podamos hacerlo.
A estas alturas ya se ha dado cuenta, de que algo no marcha bien y me mira, sin hacer peguntas, con cara de preocupación. Es entonces cuando uno de los motores empieza a lanzar llamaradas y a continuación el siguiente, y el tercero. ¡ Anastasia ! Su imagen acude a mi memoria ante la terrible situación que se nos presenta. Toda nuestra felicidad se verá truncada por este accidente , que no debería producirse. Compruebo que el cinturón de mi compañera está bien ajustado y ante el inminente choque, la digo que se agarre a lo que pueda, porque el impacto va a ser fuerte. Y en un espacio de sólo matorrales, decido que ahora o nunca. El helicóptero va en picado hacia el suelo, y como puedo me dirijo hacia el pequeño claro y tras chocar con algunas ramas de los árboles cercanos, y segar la vegetación, consigo que se detenga, aún no se cómo. Pero el aparato está totalmente en llamas. Mis recuerdos vuelan hacia la imagen de esta mañana; Anastasia durmiendo tranquila y ajena a lo que está ocurriendo. .
Saco a Ross como puedo, la pongo a salvo y regreso a coger los extintores. Deseo apagar como sea ese incendio con el peligro que tiene para la zona que nos rodea. Ella me grita que no me acerque al aparato que puede explotar de un momento a otro. pero he de hacerlo y como en una plegaria pronuncio el nombre de Ana y con el pensamiento la digo te quiero. Exponiendo mi vida, consigo apagar el fuego, no sé cómo, pero el interior, la radio, y los mandos, han quedado inutilizados. Tanto Ross, como yo, buscamos un apoyo lejos del Charlie y encontramos una gran piedra, en la que nos sentamos para tomar fuerzas y reponernos del tremendo susto que hemos tenido.
Busco mi teléfono: no hay cobertura, ni en el de Ross tampoco. Miro alrededor para orientarme dónde estamos y tratar de llegar a alguna parte en la que nos puedan dar ayuda. No hay nada ni nadie, por lo que habremos de caminar. La GPS nos orientará, y nos lleva hasta una carretera comarcal por la que no circula nadie.
No podemos permanecer inactivos y decidimos ponernos en marcha. Llevamos tiempo caminando, mucho. Ross decide quitarse los zapatos y hacerlo descalza, además se le ha roto un tacón. Pero es difícil caminar por la gravilla, que se le clava en la planta del pie. Con una piedra, rompo el tacón del otro zapato, y por lo menos, aunque con dificultad, será más fácil. Pronto se agota la batería de ambos teléfonos, y el atardecer se acerca. Sigue sin transitar nadie por aquella zona perdida del bosque. No hago más que dar vueltas a la cabeza cómo vamos a pasar la noche si nos pilla allí. ¿ Cuánto tiempo ha pasado? No tengo idea, pero de repente me viene a la cabeza la cita en el bar con los amigos de Ana. Y José durmiendo en casa a solas con ella. Por si todo lo ocurrido fuese poco, ahora ésto. Los nervios se apoderan de mi ¿ Cómo he podido olvidarlo ? Mi prisa por llegar pronto hace que apriete el paso, y que Ross me frene porque no puede ir más aprisa por el cansancio y los zapatos.
Han transcurrido varias horas, pero estoy ansioso por llegar a algún lado ¿ Es que no vive nadie por esta zona del pais? Milagrosamente, unos faros nos hacen señales ¡ Gracias a Dios, un ser sobre la tierra !. Es un camionero que va de regreso a su casa en no sé qué lugar. Frena el vehículo y nos pregunta qué nos ocurre. Le pido por favor que nos lleve a algún sitio en donde puedan facilitarnos un vehículo, contactar con la familia y dar por terminada esta aventura inesperada.
Hemos tenido suerte, se trata de un buen hombre que no sólo nos acerca al pueblo más próximo, sino que comparte su cena con nosotros. Al llegar a destino rebuscamos en nuestros bolsillos y conseguimos reunir entre Ross y yo, unos quinientos dólares más o menos. Hemos de obsequiar a este buen hombre el favor que acaba de hacernos. El se niega, pero al final le digo que compre alguna chuchería a sus hijos, y al fin acepta. Seguimos. Con suerte: puedo sacar dinero del único banco que existe en ese lugar, y así , consigo pagar un vehículo al mecánico de la gasolinera. Es un trasto viejo próximo al desgüace, pero nos asegura que nos llevará hasta alguna zona más civilizada y de allí seguir nuestro viaje. Aún pasará mucho tiempo hasta llegar a casa, pero al menos, no pasaremos la noche a la intemperie. Vuelvo , una y otra vez, a pensar en Anastasia, en José y en la noche de ayer tan diferente a ésta.
- Ana, Ana. Creí que te había perdido. A ti me aferro con todas mis fuerzas, eres mi tabla de salvación. Te quiero, nena.
Ross se pone en contacto con su casa y llama a Andrea para informarle de lo ocurrido. Estoy deseando llegar a Seattle. tenemos muchos kilómetros por delante y la meto prisa para que se deje de conversaciones para llegar cuanto antes. Cuándo ya estamos en marcha me pregunta extrañada
- ¿ No has avisado a tu familia ? Estarán preocupados -. En ese momento me doy cuenta de que tiene razón. Estoy ansioso por llegar pronto y no he tenido en cuenta la preocupación que ellos puedan sentir. Sólo pienso en llegar cuanto antes. Anastasia no debe estar sola.
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