Anastasia está borracha. Demasiado borracha. Me alegro de estar aquí para cuidarla. Me acerco y veo que está a punto de desmayarse. Justo se desploma en mis brazos.
—Joder—exclamo. No era esto lo que esperaba para esta noche.
La llevo a mi habitación en el Heathman. No parece que vaya a recuperar la conciencia en las próximas horas. Decido acostarla en mi cama para que descanse bien. Le quito los zapatos, los calcetines, los vaqueros. Observo sus hermosas piernas. Realmente en este momento no me seduce porque sería como aprovecharme de ella, pero, de verdad, es que se la ve muy atractiva en camiseta y bragas.
Decido taparla y me dispongo a dormir en el sillón del salón contiguo. Es confortable y yo estoy lo suficientemente cansado como para dormirme apenas apoyo la cabeza en la almohada.
A la mañana siguiente, me despierto temprano. Voy hacia la habitación y veo que ella todavía está durmiendo. Antes de irme a entrenar, pido un zumo de naranja y dos Ibuprofenos que dejo en la mesita de noche. Sé que esto la reconfortará cuando despierte.
Luego voy al gimnasio a hacer un rato de entrenamiento de kick boxing. Me gusta entrenarme en un deporte de combate. Soy un luchador nato. Y, además, es una excelente manera de estar en forma. Cuando termino mi clase, regreso a la habitación.
Golpeo. Como nadie me responde, supongo que estará todavía durmiendo. Sin embargo, cuando abro la puerta, veo que ya está despierta. Está dejando el vaso vacío sobre la mesa. Es bueno saber que le gustó la idea de tomar un zumo refrescante para alivianar la sed de su resaca.
—Buenos días, Anastasia, ¿cómo te encuentras?
—Mejor de lo que merezco.
Me seco el sudor y la miro. Tiene algo de niña en su manera de mirarme, como si estuviera pensando: oh, sí, me he portado muy mal, he hecho desastres y me merezco un castigo más grande, incluso, merezco sentirme peor de cómo me siento. Me causa algo de gracia, pero reprimo mi sonrisa para ver qué va a hacer ahora, cómo va a actuar, si hará preguntas o intentarña marcharse avergonzada.
—¿Cómo he llegado hasta aquí?
De acuerdo, ya sé el camino que ha elegido. Empezará con algunas preguntas, en especial querrá saber qué fue lo que hizo. Es más hasta puede que tenga miedo, por no recordar nada
.
Le explico que la traje yo y que no la llevé hasta su casa para proteger el tapizado de mi coche. Además, es verdad que el movimiento del coche la hubiera mareado más y hubiera hecho que volviera a vomitar.
—¿Me metiste tú en la cama?
Quiero terminar rápido con este interrogatorio o, mejor dicho, quiero probar haber si se atreve a preguntarme lo que realmente quiere preguntarme. Así que me decido a responder de manera concreta y cortante.
—Sí.
—¿Volví a vomitar?
—No.
—¿Me quitaste la ropa?
—Sí.
Oh, parece que la señorita Steele tiene pudor. No le gusta que la haya visto en bragas. Me gusta su inocencia.
—¿No habremos…?
No se atreve a terminar la pregunta. Se atreve a hacerla, pero algo hace que la vergüenza gane en ella. Me molesta que llegue a pensar eso de mí. Como si yo necesitara aprovecharme de una mujer inconsciente. Como si yo fuera capaz de semejante atrocidad.
—Anastasia, estabas casi en coma, la necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis mujeres estén conscientes y receptivas— le digo de manera seca para seguir viendo cómo reacciona.
Me pide perdón. Ahora sí le sonrío.
De repente, algunas de las imágenes de la noche anterior vuelven a mi cabeza. Verla alcoholizada, con un poco más de desenfado de lo habitual. Haberla visto en un estado vergonzoso. Sé que tengo una jugada a mi favor, luego de haberla visto así. Me dan ganas de humillarla y de que se sienta un poco humillada al respecto. Me divierte la idea.
—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla— le digo finalmente.
Me doy cuenta que le molesta que me ría de ella. Es una tontería, pero percibo que a ella no le gusta la situación.
Sin embargo, su reacción abrupta me sorprende.
—No tenías que seguirme la pista con ningún artilugio a lo James Bond—me dice, tratando de defenderse de mi risa. No es la reacción que esperaba. Tal vez, alcanza con que me diga gracias y se quede en silencio. Las mujeres pueden ser muy mal agradecidas a veces.
No dejo pasar su comentario desafortunado y le dejo en claro cuál es la situación:
—En primer lugar la tecnología para móviles está disponible en internet. En segundo lugar, mi empresa no invierte en ningún aparato de vigilancia, ni los fabrica. Y, en tercer lugar, si no hubiera ido a buscarte, seguramente te habrías despertado en la cama del fotógrafo, y, si no recuerdo mal, no estabas muy entusiasmada con sus métodos de cortejarte.
A ver qué respondes a esto, señorita Steele. Me mira risueña. Tal vez ahora comencemos a entendernos mejor.
—¿De qué crónica medieval te has escapado? Pareces un caballero andante.
De acuerdo, ha hecho una buena intervención. Ha sido graciosa y acertada. Pero sé que no lo soy y me preocupa lo que soy en realidad. No soy un príncipe azul, Anastasia, deja ya esas fantasías con respecto a mí.
—No lo creo, Anastasia. Un caballero oscuro, quizás— le digo, para que comience a entender la realidad.
Luego desvío la conversación y le pregunto si cenó. Esta niña tiene que cuidarse un poco mejor. Le advierto de la importancia de la comida para la ingesta de alcohol. Lo hago un poco amenazante, para que aprenda la lección.
Me pregunta si voy a seguir riñéndole. Niña descarada, ahí está, otra vez quejándose en lugar de manifestar agradecimiento. De repente, la mente se me nubla. Mi único deseo es castigarla. Quisiera darle los suficientes azotes como para que no pueda sentarse por semanas, Me imagino el momento y me pongo tenso de no poder hacerlo y tener tantas ganas de concretarlo al mismo tiempo.
—Tienes suerte de que solo te riña—le digo.
—¿Qué quieres decir?— me pregunta con un tono mezcla de ingenuidad y desafío.
—Bueno, si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte ni en una semana. No cenaste, te emborrachaste y te pusiste en peligro.
Cierro los ojos porque las imágenes que pasan por mi cabeza creo que me van a volver loco. Me imagino sus nalgas coloradas, sus súplicas pidiéndome que deje de hacerlo, prometiendo que no volverá a suceder, que ya se portará bien.
Abro los ojos y la miro fijamente.
Fuente: Fans de Grey
—Joder—exclamo. No era esto lo que esperaba para esta noche.
La llevo a mi habitación en el Heathman. No parece que vaya a recuperar la conciencia en las próximas horas. Decido acostarla en mi cama para que descanse bien. Le quito los zapatos, los calcetines, los vaqueros. Observo sus hermosas piernas. Realmente en este momento no me seduce porque sería como aprovecharme de ella, pero, de verdad, es que se la ve muy atractiva en camiseta y bragas.
Decido taparla y me dispongo a dormir en el sillón del salón contiguo. Es confortable y yo estoy lo suficientemente cansado como para dormirme apenas apoyo la cabeza en la almohada.
A la mañana siguiente, me despierto temprano. Voy hacia la habitación y veo que ella todavía está durmiendo. Antes de irme a entrenar, pido un zumo de naranja y dos Ibuprofenos que dejo en la mesita de noche. Sé que esto la reconfortará cuando despierte.
Luego voy al gimnasio a hacer un rato de entrenamiento de kick boxing. Me gusta entrenarme en un deporte de combate. Soy un luchador nato. Y, además, es una excelente manera de estar en forma. Cuando termino mi clase, regreso a la habitación.
Golpeo. Como nadie me responde, supongo que estará todavía durmiendo. Sin embargo, cuando abro la puerta, veo que ya está despierta. Está dejando el vaso vacío sobre la mesa. Es bueno saber que le gustó la idea de tomar un zumo refrescante para alivianar la sed de su resaca.
—Buenos días, Anastasia, ¿cómo te encuentras?
—Mejor de lo que merezco.
Me seco el sudor y la miro. Tiene algo de niña en su manera de mirarme, como si estuviera pensando: oh, sí, me he portado muy mal, he hecho desastres y me merezco un castigo más grande, incluso, merezco sentirme peor de cómo me siento. Me causa algo de gracia, pero reprimo mi sonrisa para ver qué va a hacer ahora, cómo va a actuar, si hará preguntas o intentarña marcharse avergonzada.
—¿Cómo he llegado hasta aquí?
De acuerdo, ya sé el camino que ha elegido. Empezará con algunas preguntas, en especial querrá saber qué fue lo que hizo. Es más hasta puede que tenga miedo, por no recordar nada
.
Le explico que la traje yo y que no la llevé hasta su casa para proteger el tapizado de mi coche. Además, es verdad que el movimiento del coche la hubiera mareado más y hubiera hecho que volviera a vomitar.
—¿Me metiste tú en la cama?
Quiero terminar rápido con este interrogatorio o, mejor dicho, quiero probar haber si se atreve a preguntarme lo que realmente quiere preguntarme. Así que me decido a responder de manera concreta y cortante.
—Sí.
—¿Volví a vomitar?
—No.
—¿Me quitaste la ropa?
—Sí.
Oh, parece que la señorita Steele tiene pudor. No le gusta que la haya visto en bragas. Me gusta su inocencia.
—¿No habremos…?
No se atreve a terminar la pregunta. Se atreve a hacerla, pero algo hace que la vergüenza gane en ella. Me molesta que llegue a pensar eso de mí. Como si yo necesitara aprovecharme de una mujer inconsciente. Como si yo fuera capaz de semejante atrocidad.
—Anastasia, estabas casi en coma, la necrofilia no es lo mío. Me gusta que mis mujeres estén conscientes y receptivas— le digo de manera seca para seguir viendo cómo reacciona.
Me pide perdón. Ahora sí le sonrío.
De repente, algunas de las imágenes de la noche anterior vuelven a mi cabeza. Verla alcoholizada, con un poco más de desenfado de lo habitual. Haberla visto en un estado vergonzoso. Sé que tengo una jugada a mi favor, luego de haberla visto así. Me dan ganas de humillarla y de que se sienta un poco humillada al respecto. Me divierte la idea.
—Fue una noche muy divertida. Tardaré en olvidarla— le digo finalmente.
Me doy cuenta que le molesta que me ría de ella. Es una tontería, pero percibo que a ella no le gusta la situación.
Sin embargo, su reacción abrupta me sorprende.
—No tenías que seguirme la pista con ningún artilugio a lo James Bond—me dice, tratando de defenderse de mi risa. No es la reacción que esperaba. Tal vez, alcanza con que me diga gracias y se quede en silencio. Las mujeres pueden ser muy mal agradecidas a veces.
No dejo pasar su comentario desafortunado y le dejo en claro cuál es la situación:
—En primer lugar la tecnología para móviles está disponible en internet. En segundo lugar, mi empresa no invierte en ningún aparato de vigilancia, ni los fabrica. Y, en tercer lugar, si no hubiera ido a buscarte, seguramente te habrías despertado en la cama del fotógrafo, y, si no recuerdo mal, no estabas muy entusiasmada con sus métodos de cortejarte.
A ver qué respondes a esto, señorita Steele. Me mira risueña. Tal vez ahora comencemos a entendernos mejor.
—¿De qué crónica medieval te has escapado? Pareces un caballero andante.
De acuerdo, ha hecho una buena intervención. Ha sido graciosa y acertada. Pero sé que no lo soy y me preocupa lo que soy en realidad. No soy un príncipe azul, Anastasia, deja ya esas fantasías con respecto a mí.
—No lo creo, Anastasia. Un caballero oscuro, quizás— le digo, para que comience a entender la realidad.
Luego desvío la conversación y le pregunto si cenó. Esta niña tiene que cuidarse un poco mejor. Le advierto de la importancia de la comida para la ingesta de alcohol. Lo hago un poco amenazante, para que aprenda la lección.
Me pregunta si voy a seguir riñéndole. Niña descarada, ahí está, otra vez quejándose en lugar de manifestar agradecimiento. De repente, la mente se me nubla. Mi único deseo es castigarla. Quisiera darle los suficientes azotes como para que no pueda sentarse por semanas, Me imagino el momento y me pongo tenso de no poder hacerlo y tener tantas ganas de concretarlo al mismo tiempo.
—Tienes suerte de que solo te riña—le digo.
—¿Qué quieres decir?— me pregunta con un tono mezcla de ingenuidad y desafío.
—Bueno, si fueras mía, después del numerito que montaste ayer no podrías sentarte ni en una semana. No cenaste, te emborrachaste y te pusiste en peligro.
Cierro los ojos porque las imágenes que pasan por mi cabeza creo que me van a volver loco. Me imagino sus nalgas coloradas, sus súplicas pidiéndome que deje de hacerlo, prometiendo que no volverá a suceder, que ya se portará bien.
Abro los ojos y la miro fijamente.
Fuente: Fans de Grey
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