CHRISTIAN AND THE SHADES
miércoles, 24 de junio de 2015
Atención. . . Se rueda
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Atención... Se rueda
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
martes, 23 de junio de 2015
Promociones, capturas y set de rodaje
Hoy retomamos la página que dejamos no hace tantos días. Y queremos abrirla con una imagen que nos ha llegado de Jamie, estudiando su guión, en un descanso del rodaje de Fifty... Ignoramos si está incluido en un próximo tráiler que vayan a lanzar, así como no sabemos , si eso es cierto, ni tampoco la fecha del lanzamiento
A pesar de que el guionista de Darker, Niall Leonard, está trabajando a pleno rendimiento, seguimos sin saber si ya tienen director. Y mientras esto no ocurra, el trabajo sigue paralizado. Se nota que no tienen prisa, Aún faltan muchos meses hasta primeros de 2016, pero el tiempo vuela y una producción como ésta, tiene un complejo trabajo tras de si: localizaciones, decorados, vestuarios, etc. Los platós deben estar listos, y también los exteriores ( si los hubiese ), porque deben tener permisos de los lugares en donde se realicen. En la época en que comenzarán los rodajes, si cumplen la previsión hecha, y si son en Vancouver, el frio será intenso, como el que pasaron en el primer rodaje. ¡ Claro que como no sabemos nada aún, es hablar por hablar !
A pesar de que el guionista de Darker, Niall Leonard, está trabajando a pleno rendimiento, seguimos sin saber si ya tienen director. Y mientras esto no ocurra, el trabajo sigue paralizado. Se nota que no tienen prisa, Aún faltan muchos meses hasta primeros de 2016, pero el tiempo vuela y una producción como ésta, tiene un complejo trabajo tras de si: localizaciones, decorados, vestuarios, etc. Los platós deben estar listos, y también los exteriores ( si los hubiese ), porque deben tener permisos de los lugares en donde se realicen. En la época en que comenzarán los rodajes, si cumplen la previsión hecha, y si son en Vancouver, el frio será intenso, como el que pasaron en el primer rodaje. ¡ Claro que como no sabemos nada aún, es hablar por hablar !
SET DE RODAJE:
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Promociones
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
sábado, 20 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 7.3 ( Fans de Grey ) ADULTOS EXCLUSIVAMENTE
Hemos terminado de desayunar y vamos hacia el baño. Nos daremos un delicioso baño juntos.
Abro el grifo y vierto el gel con aroma de jazmín. El agua crece y la espuma se va formando.
Me quito la camiseta y le tiendo la mano.
—Señorita Steele —la invito.
Me coge de la mano y se mete en la bañera. Todavía lleva mi camisa puesta, lo que vuelve aún más sexy la situación.
—Gírate y mírame —la ordeno en voz baja. Me hace caso inmediatamente. Miro su rostro y veo como se está mordiendo el labio inferior.
—Sé que ese labio está delicioso, doy fe de ello, pero ¿puedes dejar de mordértelo? Cuando te lo muerdes, tengo ganas de follarte, y estás dolorida, ¿no?
Una vez más, me hace caso inmediatamente. Me encanta ver su cara de asombro cuando le hablo.
Experimento mucho placer al ver cómo responde a mis órdenes. No hay dudas de que Anastasia es una sumisa, aunque todavía no lo sepa. Cuando deja de morderse el labio, se lo indico:
—Eso es. ¿Lo has entendido? Asiente con la cabeza.
—Bien.
Luego, veo que todavía lleva el iPod en el bolsillo de la camisa. Me acerco y se lo quito.
—Agua e iPods… no es una combinación muy inteligente.
Luego, le quito la camisa. Me retiro hacia atrás para contemplarla. Joder, es tan sexy. Su piel es blanca y perfecta. Sus tetas tienen una caída perfecta. Sus pezones que comienzan a endurecerse solo por mi mirada. Sin embargo, ella está nerviosa. Mira hacia abajo.
—Anastasia, eres muy guapa, toda tú. No bajes la cabeza como si estuvieras avergonzada. No tienes por qué avergonzarte, y te aseguro que es todo un placer poder contemplarte.
Sostengo su rostro y hago que levante la cabeza para que me mire. Ahí está. Es hermosa y no sé en qué estará pensando en este momento.
—Ya puedes sentarte —le indico.
¿Qué haremos esta vez? Todavía no lo sé. Deseo follarla pero creo que está dolorida. No me apresuro, nuestros mismos cuerpos nos indicarán el ritmo. Se mete en la bañera. La espuma comienza a taparla. Primero parece algo incómoda. Luego, se va relajando. Cierra los ojos. Su expresión es de una belleza extrema. Me encanta contemplarla. Abre los ojos y ve que lo estoy haciendo.
—¿Por qué no te bañas conmigo? —me propone. Me gusta mucho que lo haga. Me alegra que se vaya relajando, que vaya adquiriendo confianza.
—Sí, muévete hacia delante —le ordeno.
Me quito los pantalones y entro a la bañera. Me coloco justo detrás de ella. Pongo a Anastasia contra mi pecho. Luego, ubico mis piernas sobre las suyas y abro sus piernas con mis pies.Tengo mi nariz entre su cabello.
—Qué bien hueles, Anastasia.
Su cuerpo se estremece. Puedo sentir su excitación a través de la piel. Cojo la botella de gel, pongo un poco en mi mano y hago espuma.Coloco las manos sobre el cuello de Anastasia y voy hacia sus hombros masajeándolos con fuerza..Siento sus gemidos. Sonrío de placer.
—¿Te gusta?
—Mmm.
Avanzo con mis manos hacia sus pechos. Comienzo a masajearlos. Mis dedos se deslizan entre sus pezones. Ana reacciona en seguida. Su cuerpo se arquea contra mí, hace que mis manos presionen sus pechos.Mi erección cada vez es más fuerte. Ya puede sentirla contra su culo.Ana jadea y arquea su cuerpo de placer. Coloco más gel en mis manos. Ahora me encargo de sus piernas. Las froto. Comenzamos a movernos al ritmo de los movimientos.
—Siéntelo, nena —le digo al oído—. Siéntelo para mí .
Aprisiono sus piernas con las mías contra la bañera. Allí la tengo, deseosa y abierta para mí. Puedo hacer lo que quiera con ella.
—Oh… por favor —me pide.
Es muy estimulante saber que es tan receptiva. Pero ahora dejaré que ella tome algunas iniciativas.
—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —le digo.Me detengo. Quedo a la espera de su reacción.
—¿Por qué te paras? —me pregunta alarmada.
—Porque tengo otros planes para ti, Anastasia.
Me gusta darle placer. Pero también me gusta recibirlo. Quiero verla en acción.
—Date la vuelta—le ordeno—. Yo también tengo que lavarme.Responde de inmediato. Observa mi pene, asombrada.
—Quiero que, para empezar, conozcas bien la parte más valiosa de mi cuerpo, mi favorita. Le tengo mucho cariño. Una sonrisa invade mi rostro.Ana no sabe qué hacer. Pero lo que está viendo le gusta y se le nota en la mirada. Tiene los ojos clavados en mi miembro completamente erecto.Entonces, logra reaccionar. Coge el gel y hace espuma entre sus manos. Me mira fijamente. Muy bien, señorita Steele, va muy bien. Muerde su labio inferior. ¿Lo hace a propósito? Sí, esta vez sí. Pasa la lengua por la zona que acaba de morderse. Me empiezo sentir más y más excitado y me cuesta no abalanzarme sobre ella. Quiero que siga actuando desde su propia iniciativa.Coge mi miembro. Esto es maravilloso. Lo hace muy bien. Lo aprieta.Pongo mi mano sobre la suya indicándole el movimiento: arriba y abajo.
—Así —le muestro con cuidado.
Anastasia repite el movimiento ella sola. Lo hace espectacularmente bien. Cierro los ojos para disfrutarlo aún más.Me encanta cómo me toca. Me gustan nuestros cuerpos desnudos y juntos. Siento su mano subir y bajar por mi pene.
—Muy bien, nena—la aliento. Esto se pone cada vez mejor.
Abro el grifo y vierto el gel con aroma de jazmín. El agua crece y la espuma se va formando.
Me quito la camiseta y le tiendo la mano.
—Señorita Steele —la invito.
Me coge de la mano y se mete en la bañera. Todavía lleva mi camisa puesta, lo que vuelve aún más sexy la situación.
—Gírate y mírame —la ordeno en voz baja. Me hace caso inmediatamente. Miro su rostro y veo como se está mordiendo el labio inferior.
—Sé que ese labio está delicioso, doy fe de ello, pero ¿puedes dejar de mordértelo? Cuando te lo muerdes, tengo ganas de follarte, y estás dolorida, ¿no?
Una vez más, me hace caso inmediatamente. Me encanta ver su cara de asombro cuando le hablo.
Experimento mucho placer al ver cómo responde a mis órdenes. No hay dudas de que Anastasia es una sumisa, aunque todavía no lo sepa. Cuando deja de morderse el labio, se lo indico:
—Eso es. ¿Lo has entendido? Asiente con la cabeza.
—Bien.
Luego, veo que todavía lleva el iPod en el bolsillo de la camisa. Me acerco y se lo quito.
—Agua e iPods… no es una combinación muy inteligente.
Luego, le quito la camisa. Me retiro hacia atrás para contemplarla. Joder, es tan sexy. Su piel es blanca y perfecta. Sus tetas tienen una caída perfecta. Sus pezones que comienzan a endurecerse solo por mi mirada. Sin embargo, ella está nerviosa. Mira hacia abajo.
—Anastasia, eres muy guapa, toda tú. No bajes la cabeza como si estuvieras avergonzada. No tienes por qué avergonzarte, y te aseguro que es todo un placer poder contemplarte.
Sostengo su rostro y hago que levante la cabeza para que me mire. Ahí está. Es hermosa y no sé en qué estará pensando en este momento.
—Ya puedes sentarte —le indico.
¿Qué haremos esta vez? Todavía no lo sé. Deseo follarla pero creo que está dolorida. No me apresuro, nuestros mismos cuerpos nos indicarán el ritmo. Se mete en la bañera. La espuma comienza a taparla. Primero parece algo incómoda. Luego, se va relajando. Cierra los ojos. Su expresión es de una belleza extrema. Me encanta contemplarla. Abre los ojos y ve que lo estoy haciendo.
—¿Por qué no te bañas conmigo? —me propone. Me gusta mucho que lo haga. Me alegra que se vaya relajando, que vaya adquiriendo confianza.
—Sí, muévete hacia delante —le ordeno.
Me quito los pantalones y entro a la bañera. Me coloco justo detrás de ella. Pongo a Anastasia contra mi pecho. Luego, ubico mis piernas sobre las suyas y abro sus piernas con mis pies.Tengo mi nariz entre su cabello.
—Qué bien hueles, Anastasia.
Su cuerpo se estremece. Puedo sentir su excitación a través de la piel. Cojo la botella de gel, pongo un poco en mi mano y hago espuma.Coloco las manos sobre el cuello de Anastasia y voy hacia sus hombros masajeándolos con fuerza..Siento sus gemidos. Sonrío de placer.
—¿Te gusta?
—Mmm.
Avanzo con mis manos hacia sus pechos. Comienzo a masajearlos. Mis dedos se deslizan entre sus pezones. Ana reacciona en seguida. Su cuerpo se arquea contra mí, hace que mis manos presionen sus pechos.Mi erección cada vez es más fuerte. Ya puede sentirla contra su culo.Ana jadea y arquea su cuerpo de placer. Coloco más gel en mis manos. Ahora me encargo de sus piernas. Las froto. Comenzamos a movernos al ritmo de los movimientos.
—Siéntelo, nena —le digo al oído—. Siéntelo para mí .
Aprisiono sus piernas con las mías contra la bañera. Allí la tengo, deseosa y abierta para mí. Puedo hacer lo que quiera con ella.
—Oh… por favor —me pide.
Es muy estimulante saber que es tan receptiva. Pero ahora dejaré que ella tome algunas iniciativas.
—Creo que ya estás lo suficientemente limpia —le digo.Me detengo. Quedo a la espera de su reacción.
—¿Por qué te paras? —me pregunta alarmada.
—Porque tengo otros planes para ti, Anastasia.
Me gusta darle placer. Pero también me gusta recibirlo. Quiero verla en acción.
—Date la vuelta—le ordeno—. Yo también tengo que lavarme.Responde de inmediato. Observa mi pene, asombrada.
—Quiero que, para empezar, conozcas bien la parte más valiosa de mi cuerpo, mi favorita. Le tengo mucho cariño. Una sonrisa invade mi rostro.Ana no sabe qué hacer. Pero lo que está viendo le gusta y se le nota en la mirada. Tiene los ojos clavados en mi miembro completamente erecto.Entonces, logra reaccionar. Coge el gel y hace espuma entre sus manos. Me mira fijamente. Muy bien, señorita Steele, va muy bien. Muerde su labio inferior. ¿Lo hace a propósito? Sí, esta vez sí. Pasa la lengua por la zona que acaba de morderse. Me empiezo sentir más y más excitado y me cuesta no abalanzarme sobre ella. Quiero que siga actuando desde su propia iniciativa.Coge mi miembro. Esto es maravilloso. Lo hace muy bien. Lo aprieta.Pongo mi mano sobre la suya indicándole el movimiento: arriba y abajo.
—Así —le muestro con cuidado.
Anastasia repite el movimiento ella sola. Lo hace espectacularmente bien. Cierro los ojos para disfrutarlo aún más.Me encanta cómo me toca. Me gustan nuestros cuerpos desnudos y juntos. Siento su mano subir y bajar por mi pene.
—Muy bien, nena—la aliento. Esto se pone cada vez mejor.
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
En la piel de Grey - Capitulo 7.2 ( Fans de Grey )
Anastasia ha preparado un desayuno delicioso. Y ella también está deliciosa. Solo lleva mi camisa y es increíblemente sexy. Quiero empezar a follarla ya mismo. Le pregunto qué planes tiene para hoy.
—Me gustaría quedarme durante el día, si no hay problema. Mañana tengo que trabajar.
—¿A qué hora tienes que estar en el trabajo?
—A las nueve.
Perfecto. Hoy podremos probar nuevas cosas. Estoy impaciente por hacerlo. Esta chica me encanta.
—Te llevaré al trabajo mañana a las nueve— le ofrezco o le informo, no lo sé.
Me mira extrañada. Creo que no imaginaba esa respuesta.
—Tengo que volver a casa esta noche. Necesito cambiarme de ropa.
Veo que Anastasia Steele todavía conserva una lógica que no tiene nada que ver con mis costumbres. La ropa no es un tema aquí.
—Podemos comprarte algo—le sugiero.
Se queda pensativa. Supongo que hay algo del plan que no le convence. Entonces, comienza a morderse el labio inferior. Acción que, por supuesto, me vuelve loco.Levanto la mano y la cojo de la barbilla. Tiro de sus dientes para que deje de hacerlo.Me mira con expresión inocente.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—Tengo que volver a casa esta noche.
Ok, habrá algo más. Quizás haya algo que yo desconozca. Tal vez, no me lo quiere o no me lo puede contar. Por ahora, lo dejaremos así.
—De acuerdo, esta noche. Ahora acábate el desayuno.
Mira el plato. Más de la mitad del desayuno sigue allí, intacto. No parece tener ganas de comer. Me preocupa su relación con la comida.
—Come, Anastasia. Anoche no cenaste.
—No tengo hambre, de verdad —me dice en voz baja, como si fuera una niña que sabe que está haciendo algo mal.
No me gusta que no se cuide. Trato de explicárselo, con mucho cuidado.
—Me gustaría mucho que te terminaras el desayuno. Me mira algo enfadada. Pareciera que le molestó lo que he dicho.
—¿Qué problema tienes con la comida? —me dice desafiante.
No me esperaba esta reacción. Me parece desmedida e infantil. No voy a darle explicaciones tampoco.
—Ya te dije que no soporto tirar la comida. Come.
No me gusta tirar la comida. Y tampoco me gusta la insolencia. Ni que sea grosera sin necesidad. Quiero que esté bien alimentada. ¿Tengo que dar explicaciones por eso? Deja de mirarme y se concentra en un punto de la mesa. De mala manera coge el tenedor y se lleva un trozo de comida a la boca. Mastica despacio. Con el siguiente bocado se va entusiasmando.Retiro mi plato. Espero que ella termine y levanto el suyo.
—Tú has cocinado, así que yo recojo la mesa— le propongo.
—Muy democrático—se burla un poco irónica.
—Sí —me quedo pensando—. No es mi estilo habitual. En cuanto acabe tomaremos un baño.
—Ah, vale.
Me gusta que haya dejado de discutir. Creo que la idea del baño le ha gustado. Ha puesto cara de entusiasmo. De repente, el sonido de su móvil corta la armonía del momento. Atiende, saluda y se aleja para hablar. Yo termino de acomodar las cosas en la cocina. Pasados unos minutos regresa. Noto que está un poco alterada. De la nada suelta una pregunta:
—¿El acuerdo de confidencialidad lo abarca todo?
Veo que este llamada no ha sido nada bueno. Alguien que pregunta y ella dudando sobre qué responder. Seguramente se trata de su amiga Katherine.
—¿Por qué?— indago, sin más detalles.
La miro. Ella está de pie, ruborizada, intentando decirme algo. Se mira las manos y balbucea.
—Bueno, tengo algunas dudas, ya sabes… sobre sexo. Y me gustaría comentarlas con Kate.
Ja, lo sabía. Katherine estaba implicada en todo esto. ¿Hasta dónde habrán llegado con Elliot? Bueno, es evidente que habrán follado. Pero me preocupa un poco el grado de contacto que tengan pensado mantener. No me gusta que nadie se entere de mi estilo de vida y mucho menos mi hermano.
Es cierto que Anastasia puede necesitar de verdad comentar algunas cosas sobre sexo.
—Puedes comentarlas conmigo— le ofrezco.
—Christian, con todo el respeto…
Su voz se corta. No puede mirarme a los ojos. Hay algo que quiere decir pero no puede hacerlo.
Luego de un momento, respira profundo y dice directamente:
—Son solo cuestiones técnicas. No diré nada del cuarto rojo del dolor.
Su manera de llamarlo me asombra. No quiero que tenga una opinión equivocada sobre todo esto. Y mucho menos que la persona que le dé información desconozca el tema. Y menos aún si esa persona tiene contacto con mi hermano.
—¿Cuarto rojo del dolor? Se trata sobre todo de placer, Anastasia. Créeme. Y además tu compañera de piso está revolcándose con mi hermano. Preferiría que no hablaras con ella, la verdad.
—¿Sabe algo tu familia de tus… preferencias?—me pregunta con timidez.
—No. No son asunto suyo.
Nunca deja de sorprenderme su ingenuidad. No creo que ningún familiar vaya por ahí contando de sus prácticas de dominación sexual a sus padres. Oh, Anastasia Steele, eres tan inocente…
—¿Qué quieres saber? —le pregunto. La tomo del mentón y la miro. Siento su escalofrío cuando nuestros ojos se cruzan tan cercanos.
—De momento nada en concreto —me dice tímidamente.
—Bueno, podemos empezar preguntándote qué tal lo has pasado esta noche.
Todavía no ha dicho nada sobre su experiencia de anoche. Que fue extraña también para mí. He desvirgado a una chica. Ha sido algo convencional y al mismo tiempo muy especial. Pero ahora quisiera escuchar cómo se ha sentido ella.
—Bien —me responde. Su respuesta me hace sonreír.
—Yo también. Nunca había echado un polvo vainilla, y no ha estado nada mal . Aunque quizá es porque ha sido contigo.
Acaricio su labio. Siento deseos de follarla ahora mismo.
—Ven, vamos a bañarnos—le digo y noto que la idea le encanta.
—Me gustaría quedarme durante el día, si no hay problema. Mañana tengo que trabajar.
—¿A qué hora tienes que estar en el trabajo?
—A las nueve.
Perfecto. Hoy podremos probar nuevas cosas. Estoy impaciente por hacerlo. Esta chica me encanta.
—Te llevaré al trabajo mañana a las nueve— le ofrezco o le informo, no lo sé.
Me mira extrañada. Creo que no imaginaba esa respuesta.
—Tengo que volver a casa esta noche. Necesito cambiarme de ropa.
Veo que Anastasia Steele todavía conserva una lógica que no tiene nada que ver con mis costumbres. La ropa no es un tema aquí.
—Podemos comprarte algo—le sugiero.
Se queda pensativa. Supongo que hay algo del plan que no le convence. Entonces, comienza a morderse el labio inferior. Acción que, por supuesto, me vuelve loco.Levanto la mano y la cojo de la barbilla. Tiro de sus dientes para que deje de hacerlo.Me mira con expresión inocente.
—¿Qué pasa? —le pregunto.
—Tengo que volver a casa esta noche.
Ok, habrá algo más. Quizás haya algo que yo desconozca. Tal vez, no me lo quiere o no me lo puede contar. Por ahora, lo dejaremos así.
—De acuerdo, esta noche. Ahora acábate el desayuno.
Mira el plato. Más de la mitad del desayuno sigue allí, intacto. No parece tener ganas de comer. Me preocupa su relación con la comida.
—Come, Anastasia. Anoche no cenaste.
—No tengo hambre, de verdad —me dice en voz baja, como si fuera una niña que sabe que está haciendo algo mal.
No me gusta que no se cuide. Trato de explicárselo, con mucho cuidado.
—Me gustaría mucho que te terminaras el desayuno. Me mira algo enfadada. Pareciera que le molestó lo que he dicho.
—¿Qué problema tienes con la comida? —me dice desafiante.
No me esperaba esta reacción. Me parece desmedida e infantil. No voy a darle explicaciones tampoco.
—Ya te dije que no soporto tirar la comida. Come.
No me gusta tirar la comida. Y tampoco me gusta la insolencia. Ni que sea grosera sin necesidad. Quiero que esté bien alimentada. ¿Tengo que dar explicaciones por eso? Deja de mirarme y se concentra en un punto de la mesa. De mala manera coge el tenedor y se lleva un trozo de comida a la boca. Mastica despacio. Con el siguiente bocado se va entusiasmando.Retiro mi plato. Espero que ella termine y levanto el suyo.
—Tú has cocinado, así que yo recojo la mesa— le propongo.
—Muy democrático—se burla un poco irónica.
—Sí —me quedo pensando—. No es mi estilo habitual. En cuanto acabe tomaremos un baño.
—Ah, vale.
Me gusta que haya dejado de discutir. Creo que la idea del baño le ha gustado. Ha puesto cara de entusiasmo. De repente, el sonido de su móvil corta la armonía del momento. Atiende, saluda y se aleja para hablar. Yo termino de acomodar las cosas en la cocina. Pasados unos minutos regresa. Noto que está un poco alterada. De la nada suelta una pregunta:
—¿El acuerdo de confidencialidad lo abarca todo?
Veo que este llamada no ha sido nada bueno. Alguien que pregunta y ella dudando sobre qué responder. Seguramente se trata de su amiga Katherine.
—¿Por qué?— indago, sin más detalles.
La miro. Ella está de pie, ruborizada, intentando decirme algo. Se mira las manos y balbucea.
—Bueno, tengo algunas dudas, ya sabes… sobre sexo. Y me gustaría comentarlas con Kate.
Ja, lo sabía. Katherine estaba implicada en todo esto. ¿Hasta dónde habrán llegado con Elliot? Bueno, es evidente que habrán follado. Pero me preocupa un poco el grado de contacto que tengan pensado mantener. No me gusta que nadie se entere de mi estilo de vida y mucho menos mi hermano.
Es cierto que Anastasia puede necesitar de verdad comentar algunas cosas sobre sexo.
—Puedes comentarlas conmigo— le ofrezco.
—Christian, con todo el respeto…
Su voz se corta. No puede mirarme a los ojos. Hay algo que quiere decir pero no puede hacerlo.
Luego de un momento, respira profundo y dice directamente:
—Son solo cuestiones técnicas. No diré nada del cuarto rojo del dolor.
Su manera de llamarlo me asombra. No quiero que tenga una opinión equivocada sobre todo esto. Y mucho menos que la persona que le dé información desconozca el tema. Y menos aún si esa persona tiene contacto con mi hermano.
—¿Cuarto rojo del dolor? Se trata sobre todo de placer, Anastasia. Créeme. Y además tu compañera de piso está revolcándose con mi hermano. Preferiría que no hablaras con ella, la verdad.
—¿Sabe algo tu familia de tus… preferencias?—me pregunta con timidez.
—No. No son asunto suyo.
Nunca deja de sorprenderme su ingenuidad. No creo que ningún familiar vaya por ahí contando de sus prácticas de dominación sexual a sus padres. Oh, Anastasia Steele, eres tan inocente…
—¿Qué quieres saber? —le pregunto. La tomo del mentón y la miro. Siento su escalofrío cuando nuestros ojos se cruzan tan cercanos.
—De momento nada en concreto —me dice tímidamente.
—Bueno, podemos empezar preguntándote qué tal lo has pasado esta noche.
Todavía no ha dicho nada sobre su experiencia de anoche. Que fue extraña también para mí. He desvirgado a una chica. Ha sido algo convencional y al mismo tiempo muy especial. Pero ahora quisiera escuchar cómo se ha sentido ella.
—Bien —me responde. Su respuesta me hace sonreír.
—Yo también. Nunca había echado un polvo vainilla, y no ha estado nada mal . Aunque quizá es porque ha sido contigo.
Acaricio su labio. Siento deseos de follarla ahora mismo.
—Ven, vamos a bañarnos—le digo y noto que la idea le encanta.
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
jueves, 18 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 7.1 (Fans de Grey )
Me despierto. Anastasia no está. La cama, de repente, se ve más grande y vacía de lo habitual. Mi propia sensación me saca una sonrisa irónica. No te pongas sentimental, Grey.Me levanto. ¿Estará en el baño? No, no parece. ¿De qué ánimo se habrá despertado? ¿Con qué me encontraré cuando la vea?
Supongo que no debería preocuparme por eso. Es inevitable no hacerlo al volver a ver la mancha de sangre en las sábanas. La señorita Steele ya no es más virgen. Y el responsable soy yo. De acuerdo, puedo manejarlo.La busco por la casa. La encuentro en la cocina. Se ha hecho dos trenzas. Lleva puesta mi camisa y un iPod en donde escucha música, aislada de cualquier otro sonido.
Me acerco sigilosamente. No percibe mi presencia. Me siento en un taburete y la miro desde allí.
Está preparando el desayuno. Puso beicon en el grill y, ahora, bate unos huevos. Se la ve concentrada en la música que escucha y en sus propios pensamientos. Es agradable observarla. Entonces, se da vuelta y me ve. Se queda helada, sin capacidad de reacción. Se ruboriza levemente y eso la hace mucho más encantadora aún.Finalmente, se quita los auriculares.
—Buenos días, señorita Steele. Está muy activa esta mañana.
—He… He dormido bien —me responde tartamudeando.
Podría estallar en una carcajada, pero lo evito, porque temo que le moleste.
—No imagino por qué. También yo cuando volví a la cama.
De a poco su cuerpo comienza a relajarse. Y su actitud también.
—¿Tienes hambre?—me pregunta ingenua.
—Mucha —le respondo con doble intención. Me mira. Creo que me ha entendido, pero finge que no.
—¿Tortitas, beicon y huevos?— exclama entusiasmada.
—Suena muy bien.
La señorita Steele sabe hacer desayunos muy nutritivos. Es necesario para seguir nuestro ritmo.
—No sé dónde están los manteles individuales— me dice un poco preocupada. Está muy bella cocinando mientras lleva mi camisa.
—Yo me ocupo. Tú cocina. ¿Quieres que ponga música para que puedas seguir bailando?
Mira hacia abajo. Otra vez se ruboriza. Me causa gracia que todo le dé tanta vergüenza.
—No te cortes por mí . Es muy entretenido —bromeo, intentando que se relaje.
Se da vuelta y sigue batiendo los huevos. Me acerco. Me quedo de pie a su lado. Observo las trenzas. Tiro de una de ellas.
—Me encantan. Pero no van a servirte de nada.
Está seria. No sé si está divirtiendo. Aunque no creo que tanto como lo estoy haciendo yo.
—¿Cómo quieres los huevos? —me pregunta de repente.
Señorita Steele, qué brusca. ¿Dónde ha dejado su buen humor?
—Muy batidos —le respondo con tono irónico.
Veo que quiere reírse pero no lo hace. De acuerdo, puede disimularlo si es lo que le apetece. Voy hacia el cajón y cojo los manteles individuales. Anastasia continúa cocinando. Hacemos un buen equipo. Luego, llevo zumo de naranja hasta la barra y empiezo a preparar café. Ella se da vuelta y me mira.
—¿Quieres un té?—le pregunto.
—Sí, por favor. Si tienes.
Este es mi gran momento. Le va a encantar la sorpresa. Disfruto por anticipado. Abro el armario y saco una caja de té Twinings English Breakfast. Sin embargo, parece algo molesta.
—El final estaba cantado, ¿no?— me dice.
Creo que las cosas se están yendo por el carril equivocado. Voy a ver qué puedo hacer para mejorarlo.
—¿Tú crees? No tengo tan claro que hayamos llegado todavía al final , señorita Steele.
Se queda en silencio. Veo que un poco pensativa. Sirve el desayuno. Luego va hacia el frigorífico y saca sirope de arce. Me gusta ver que se desenvuelve con soltura. La invito a que se siente.
—Señorita Steele —le señalo un taburete.
—Señor Grey— responde y se sienta. Al hacerlo hay un gesto de dolor en su rostro. Me preocupa.
—¿Estás muy dolorida?
Tarda en responder. Creo que no se imagina cuánto la deseo. Está muy sexy y verla con cierto temor le da un morbo extra a la situación. Puedo percibir que se trata de una sumisa, a pesar de que a veces parece que solo le gusta discutir.Entonces, responde.
—Bueno, a decir verdad, no tengo con qué compararlo. ¿Querías ofrecerme tu compasión? —me dice dulcemente. La follaría ya mismo, sobre la barra. Pero quiero que se alimente bien antes.
—No. Me preguntaba si debemos seguir con tu entrenamiento básico— le digo en tono sugerente.
—Oh.
Me mira como preguntándose cómo debe reaccionar.
—Come, Anastasia.
Pincha un trozo de tortilla sin decir palabra.
—Por cierto, esto está buenísimo —le digo.
Pareciera que no tiene hambre. Apenas si ha comido un trocito. Encima comienza a hacer ese maldito gesto que me desconcentra.
—Deja de morderte el labio. Me desconcentras, y resulta que me he dado cuenta de que no llevas nada debajo de mi camisa, y eso me desconcentra todavía más. Se concentra en su té. Puedo percibir sus hermosos pechos. Y no puedo prestar atención a otra cosa.
—¿En qué tipo de entrenamiento básico estás pensando? —me dice de repente. Está nerviosa, habla en un tono de voz más alto del habitual.
—Bueno, como estás dolorida, he pensado que podríamos dedicarnos a las técnicas orales.
Escucha la respuesta y se atraganta con el té. Está asombrada por mi respuesta y la expresión de su cara se transforma. Le doy un golpecito en la espalda y le alcanzo zumo.
—Si quieres quedarte, claro.
No quiero que se confunda. Deseo que sea mi sumisa pero solo cuando firme el contrato. Por ahora, debe tener todo el tiempo en claro que puede marcharse cuando quiera.
Pero me dice que quiere pasar el día conmigo. Y eso me alegra, aunque mi expresión aún no lo demuestre
Supongo que no debería preocuparme por eso. Es inevitable no hacerlo al volver a ver la mancha de sangre en las sábanas. La señorita Steele ya no es más virgen. Y el responsable soy yo. De acuerdo, puedo manejarlo.La busco por la casa. La encuentro en la cocina. Se ha hecho dos trenzas. Lleva puesta mi camisa y un iPod en donde escucha música, aislada de cualquier otro sonido.
Me acerco sigilosamente. No percibe mi presencia. Me siento en un taburete y la miro desde allí.
Está preparando el desayuno. Puso beicon en el grill y, ahora, bate unos huevos. Se la ve concentrada en la música que escucha y en sus propios pensamientos. Es agradable observarla. Entonces, se da vuelta y me ve. Se queda helada, sin capacidad de reacción. Se ruboriza levemente y eso la hace mucho más encantadora aún.Finalmente, se quita los auriculares.
—Buenos días, señorita Steele. Está muy activa esta mañana.
—He… He dormido bien —me responde tartamudeando.
Podría estallar en una carcajada, pero lo evito, porque temo que le moleste.
—No imagino por qué. También yo cuando volví a la cama.
De a poco su cuerpo comienza a relajarse. Y su actitud también.
—¿Tienes hambre?—me pregunta ingenua.
—Mucha —le respondo con doble intención. Me mira. Creo que me ha entendido, pero finge que no.
—¿Tortitas, beicon y huevos?— exclama entusiasmada.
—Suena muy bien.
La señorita Steele sabe hacer desayunos muy nutritivos. Es necesario para seguir nuestro ritmo.
—No sé dónde están los manteles individuales— me dice un poco preocupada. Está muy bella cocinando mientras lleva mi camisa.
—Yo me ocupo. Tú cocina. ¿Quieres que ponga música para que puedas seguir bailando?
Mira hacia abajo. Otra vez se ruboriza. Me causa gracia que todo le dé tanta vergüenza.
—No te cortes por mí . Es muy entretenido —bromeo, intentando que se relaje.
Se da vuelta y sigue batiendo los huevos. Me acerco. Me quedo de pie a su lado. Observo las trenzas. Tiro de una de ellas.
—Me encantan. Pero no van a servirte de nada.
Está seria. No sé si está divirtiendo. Aunque no creo que tanto como lo estoy haciendo yo.
—¿Cómo quieres los huevos? —me pregunta de repente.
Señorita Steele, qué brusca. ¿Dónde ha dejado su buen humor?
—Muy batidos —le respondo con tono irónico.
Veo que quiere reírse pero no lo hace. De acuerdo, puede disimularlo si es lo que le apetece. Voy hacia el cajón y cojo los manteles individuales. Anastasia continúa cocinando. Hacemos un buen equipo. Luego, llevo zumo de naranja hasta la barra y empiezo a preparar café. Ella se da vuelta y me mira.
—¿Quieres un té?—le pregunto.
—Sí, por favor. Si tienes.
Este es mi gran momento. Le va a encantar la sorpresa. Disfruto por anticipado. Abro el armario y saco una caja de té Twinings English Breakfast. Sin embargo, parece algo molesta.
—El final estaba cantado, ¿no?— me dice.
Creo que las cosas se están yendo por el carril equivocado. Voy a ver qué puedo hacer para mejorarlo.
—¿Tú crees? No tengo tan claro que hayamos llegado todavía al final , señorita Steele.
Se queda en silencio. Veo que un poco pensativa. Sirve el desayuno. Luego va hacia el frigorífico y saca sirope de arce. Me gusta ver que se desenvuelve con soltura. La invito a que se siente.
—Señorita Steele —le señalo un taburete.
—Señor Grey— responde y se sienta. Al hacerlo hay un gesto de dolor en su rostro. Me preocupa.
—¿Estás muy dolorida?
Tarda en responder. Creo que no se imagina cuánto la deseo. Está muy sexy y verla con cierto temor le da un morbo extra a la situación. Puedo percibir que se trata de una sumisa, a pesar de que a veces parece que solo le gusta discutir.Entonces, responde.
—Bueno, a decir verdad, no tengo con qué compararlo. ¿Querías ofrecerme tu compasión? —me dice dulcemente. La follaría ya mismo, sobre la barra. Pero quiero que se alimente bien antes.
—No. Me preguntaba si debemos seguir con tu entrenamiento básico— le digo en tono sugerente.
—Oh.
Me mira como preguntándose cómo debe reaccionar.
—Come, Anastasia.
Pincha un trozo de tortilla sin decir palabra.
—Por cierto, esto está buenísimo —le digo.
Pareciera que no tiene hambre. Apenas si ha comido un trocito. Encima comienza a hacer ese maldito gesto que me desconcentra.
—Deja de morderte el labio. Me desconcentras, y resulta que me he dado cuenta de que no llevas nada debajo de mi camisa, y eso me desconcentra todavía más. Se concentra en su té. Puedo percibir sus hermosos pechos. Y no puedo prestar atención a otra cosa.
—¿En qué tipo de entrenamiento básico estás pensando? —me dice de repente. Está nerviosa, habla en un tono de voz más alto del habitual.
—Bueno, como estás dolorida, he pensado que podríamos dedicarnos a las técnicas orales.
Escucha la respuesta y se atraganta con el té. Está asombrada por mi respuesta y la expresión de su cara se transforma. Le doy un golpecito en la espalda y le alcanzo zumo.
—Si quieres quedarte, claro.
No quiero que se confunda. Deseo que sea mi sumisa pero solo cuando firme el contrato. Por ahora, debe tener todo el tiempo en claro que puede marcharse cuando quiera.
Pero me dice que quiere pasar el día conmigo. Y eso me alegra, aunque mi expresión aún no lo demuestre
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En la piel de Grey- Cap. 7.1 (Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
martes, 16 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 6.5 ( Fans de Grey )
La dulce Anastasia duerme plácidamente. Me encanta ver su rostro descansando. Disfruto de verla tan tranquila. Mientras la observo pienso que soy el dueño de la pérdida de su virginidad. Mucho más de lo que esperaba en esta noche. Me da una extraña satisfacción que de repente se siente como melancolía.No quiero distraer su sueño. Intento dormir pero no consigo hacerlo. Nunca he podido dormir acompañado y veo que esta vez no será una excepción.No sé cómo se sentirá cuando despierte. Quisiera estar a su lado cuando lo haga. ¿Le dolerá algo? ¿Le habré hecho algún daño?
La expresión plácida de su rostro dormido me indica que me quede tranquilo. Nada malo le está pasando a esta niña. Me siento muy extraño y decido levantarme.Me pongo el pantalón pijama y voy hasta el salón. Quisiera tocar un rato el piano. Eso siempre me ayuda a relajarme.Me entrego a la música suave y serena en compañía de la noche. La melodía pasa por mis dedos y logra ransportarme a un lugar de paz. Me pierdo en esta bella sensación. El placer es tan grande que creo que dejo por un momento la Tierra para flotar por el espacio. Me siento demasiado bien. A medida que pasa el tiempo las sensaciones van fluctuando. De repente, veo como las luces del amanecer comienzan a salir. El sonido de mi música es triste ahora. Hay algo de esa tristeza que me hace bien.Percibo que Ana está allí parada frente a mí. Levanto la vista y dejo de tocar.
—Perdona. No quería molestarte— me dice ruborizada. Pobre Anastasia. Mi dulce y pobre Anastasia me pide perdón…
—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón —me sincero con ella.
Anastasia está quieta y me mira descalza como una niña tierna y desprotegida. Me levanto y voy hacia ella.
—Deberías estar en la cama —le digo. Sonríe levemente. Me mira e intenta disuadirme.
—Un tema muy hermoso. ¿Bach?
Me encanta su pregunta. Su rostro se ilumina en el comentario.
—La transcripción es de Bach, pero originariamente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello.
—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.
Me ha descubierto. Sí, nena, en el fondo soy triste y melancólico, en especial cuando siento cómo mis sombras me alejan de la gente. Sonrío y le ordeno que se vaya a la cama.
—Me he despertado y no estabas—me reprocha con dulzura. No es la primera vez que escucho este reclamo. Ella ya lo sabe. Soy esto. Soy así. Lo siento.
—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrado a dormir con nadie —le recuerdo una vez para que vaya acostumbrándose a la realidad.
Por un momento me siento muy vulnerable. Me gustaría acariciarla y no puedo hacerlo. La rodeo con un brazo y la llevo hasta la habitación.
—¿Cuándo empezaste a tocar? Tocas muy bien.
Creo que percibe mi melancolía e intenta sacar un tema de conversación. Para distraerme. Para saber qué me pasa. Le respondo con tranquilidad.
—A los seis años.
No es momento de pensar en mí. Me preocupa como pueda sentirse Anastasia. Debería estar descansando. Quiero que esté lo más confortable posible.Entramos a la habitación. Enciendo una lámpara.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto.
—Estoy bien.
Las sábanas están manchadas de sangre. Ella se ruboriza cuando lo mira y yo intento minimizarlo para que no se sienta tan mal.
—Bueno, la señora Jones tendrá algo en lo que pensar —le digo.
Anastasia intenta tapar todo. Me da la sensación de que ella misma quisiera desaparecer. Mira hacia abajo, compungida. La tomo de la barbilla y levanto su cara. Quiero ver esos ojos y que esos ojos me miren a mí sin miedo y sin vergüenza. Ella intenta sostener la mirada. Y lo consigue, aunque sea parcialmente.No hay nada que no pueda solucionar unas horas reparadoras de sueño. No debería estar despierta.
—Métete en la cama —le ordeno— Me acostaré contigo.
No sé si cometo un error con mi promesa. Tal vez, no pueda dormir en toda la noche. No estoy acostumbrado a dormir acompañado. Pero su fragilidad me da un irresistible deseo de protegerla. Hay algo de todo esto que puedo detener.Abro el cajón y cojo una camiseta. Me la pongo. No quiero que nuestros cuerpos se toquen. Creo que esa será la única restricción.Anastasia me mira. Algo piensa, aunque no logro descifrar de qué se trata.
—A la cama —repito.
Se mete precipitadamente en la cama. Me gusta que me haga caso. Le indico que se de la vuelta.
Yo también me acuesto. La rodeo con los brazos por detrás. Siento el delicioso perfume de su pelo.
Hay algo en ese aroma que me hace querer estar más cerca de ella. Y sé que no soy así y que no conseguiré sostenerlo. Pero ella no tiene la culpa de eso. Ella es frágil y bella.
—Duérmete, dulce Anastasia —le digo al oído.
Y nos quedamos en silencio, escuchando solo el tenue sonido de nuestra respiración.
La expresión plácida de su rostro dormido me indica que me quede tranquilo. Nada malo le está pasando a esta niña. Me siento muy extraño y decido levantarme.Me pongo el pantalón pijama y voy hasta el salón. Quisiera tocar un rato el piano. Eso siempre me ayuda a relajarme.Me entrego a la música suave y serena en compañía de la noche. La melodía pasa por mis dedos y logra ransportarme a un lugar de paz. Me pierdo en esta bella sensación. El placer es tan grande que creo que dejo por un momento la Tierra para flotar por el espacio. Me siento demasiado bien. A medida que pasa el tiempo las sensaciones van fluctuando. De repente, veo como las luces del amanecer comienzan a salir. El sonido de mi música es triste ahora. Hay algo de esa tristeza que me hace bien.Percibo que Ana está allí parada frente a mí. Levanto la vista y dejo de tocar.
—Perdona. No quería molestarte— me dice ruborizada. Pobre Anastasia. Mi dulce y pobre Anastasia me pide perdón…
—Está claro que soy yo el que tendría que pedirte perdón —me sincero con ella.
Anastasia está quieta y me mira descalza como una niña tierna y desprotegida. Me levanto y voy hacia ella.
—Deberías estar en la cama —le digo. Sonríe levemente. Me mira e intenta disuadirme.
—Un tema muy hermoso. ¿Bach?
Me encanta su pregunta. Su rostro se ilumina en el comentario.
—La transcripción es de Bach, pero originariamente es un concierto para oboe de Alessandro Marcello.
—Precioso, aunque muy triste, una melodía muy melancólica.
Me ha descubierto. Sí, nena, en el fondo soy triste y melancólico, en especial cuando siento cómo mis sombras me alejan de la gente. Sonrío y le ordeno que se vaya a la cama.
—Me he despertado y no estabas—me reprocha con dulzura. No es la primera vez que escucho este reclamo. Ella ya lo sabe. Soy esto. Soy así. Lo siento.
—Me cuesta dormir. No estoy acostumbrado a dormir con nadie —le recuerdo una vez para que vaya acostumbrándose a la realidad.
Por un momento me siento muy vulnerable. Me gustaría acariciarla y no puedo hacerlo. La rodeo con un brazo y la llevo hasta la habitación.
—¿Cuándo empezaste a tocar? Tocas muy bien.
Creo que percibe mi melancolía e intenta sacar un tema de conversación. Para distraerme. Para saber qué me pasa. Le respondo con tranquilidad.
—A los seis años.
No es momento de pensar en mí. Me preocupa como pueda sentirse Anastasia. Debería estar descansando. Quiero que esté lo más confortable posible.Entramos a la habitación. Enciendo una lámpara.
—¿Cómo te sientes? —le pregunto.
—Estoy bien.
Las sábanas están manchadas de sangre. Ella se ruboriza cuando lo mira y yo intento minimizarlo para que no se sienta tan mal.
—Bueno, la señora Jones tendrá algo en lo que pensar —le digo.
Anastasia intenta tapar todo. Me da la sensación de que ella misma quisiera desaparecer. Mira hacia abajo, compungida. La tomo de la barbilla y levanto su cara. Quiero ver esos ojos y que esos ojos me miren a mí sin miedo y sin vergüenza. Ella intenta sostener la mirada. Y lo consigue, aunque sea parcialmente.No hay nada que no pueda solucionar unas horas reparadoras de sueño. No debería estar despierta.
—Métete en la cama —le ordeno— Me acostaré contigo.
No sé si cometo un error con mi promesa. Tal vez, no pueda dormir en toda la noche. No estoy acostumbrado a dormir acompañado. Pero su fragilidad me da un irresistible deseo de protegerla. Hay algo de todo esto que puedo detener.Abro el cajón y cojo una camiseta. Me la pongo. No quiero que nuestros cuerpos se toquen. Creo que esa será la única restricción.Anastasia me mira. Algo piensa, aunque no logro descifrar de qué se trata.
—A la cama —repito.
Se mete precipitadamente en la cama. Me gusta que me haga caso. Le indico que se de la vuelta.
Yo también me acuesto. La rodeo con los brazos por detrás. Siento el delicioso perfume de su pelo.
Hay algo en ese aroma que me hace querer estar más cerca de ella. Y sé que no soy así y que no conseguiré sostenerlo. Pero ella no tiene la culpa de eso. Ella es frágil y bella.
—Duérmete, dulce Anastasia —le digo al oído.
Y nos quedamos en silencio, escuchando solo el tenue sonido de nuestra respiración.
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En la piel de Grey-Cap. 6.5 (Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
lunes, 15 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 6.4 ( Fans de Grey ) ADULTOS
Anastasia acaba de perder su virginidad y yo soy el responsable. Ha sido una experiencia especial y la hemos disfrutado. Hay un entendimiento especial entre nuestros cuerpos. Sin embargo, necesito corroborar que se siente bien y que no siente que le haya hecho daño. Se lo pregunto y no responde con palabras, solo sonríe y se recuesta a mi lado. La observo. Está muy bella. De repente se muerde el labio, su gesto que más me seduce.
—Estás mordiéndote el labio, y no me has contestado— le reprocho, un poco burlón. Sigue sonriendo. Parece una niña. La cara se le ilumina cada vez más.
—Me gustaría volver a hacerlo —dice de repente.
Su respuesta me sorprende. Pasado el primer impacto de asombro, logro distenderme. Muy bien, no se siente lastimada ni tiene ningún problema. Más bien parece ser todo lo contrario. En definitiva, sus palabras me halagan.
—¿Ahora mismo, señorita Steele? ¿No eres un poquito exigente? Date la vuelta.
La beso suavemente para saber que podré cumplir con su deseo. De hecho, creo que podría follármela varias veces más. Su aroma, sus formas…Observo su espalda. La acaricio, llego hasta sus glúteos. Le desabrocho el sujetador.
—Tienes una piel realmente preciosa —le susurro al oído. Beso sus hombros. Huelo su exquisita piel…
—¿Por qué no te has quitado la camisa? —me pregunta. Respondo sin palabras. Me quito la camisa y vuelvo a tumbarme sobre ella.
—Así que quieres que vuelva a follarte… —le digo. Mis propias palabras me van envalentonando.
Sigo besando su oreja, su cuello, su espalda. Luego, levanto sus rodillas, acaricio sus nalgas y voy metiendo mis dedos en ella.
—Voy a follarte desde atrás, Anastasia —le cuento.
Su culo es perfecto y es una verdadera tentación. Pero no puedo ir tan rápido y lo sé, todavía no está preparada. La inmovilizo debajo de mi cuerpo. Esta sensación hace que mi pene se endurezca mucho más. Me encanta saber que no puede moverse.
—Eres mía. Solo mía. No lo olvides—le digo extasiado.
Introduzco mi pulgar en su vagina y lo muevo en círculos. Ella responde acompañando el movimiento con sus caderas.
—No te muevas —le ordeno.
Se queda quieta. Su placer aumenta. Gime cada vez más fuerte.
—¿Te gusta? —le digo pegado a su oreja.
Saco y entro mi pulgar. Anastasia intenta controlarse pero puedo notar que desearía moverse. Su cuerpo me demuestra que lo está disfrutando.
—Estás muy húmeda y eres muy rápida. Muy receptiva. Oh, Anastasia, me gusta, me gusta mucho —le digo.
La tengo atrapada y la sensación me excita cada vez más. Luego, saco mi pulgar y lo llevo hacia su boca. Le ordeno que la abra, y ella, de inmediato lo hace.
—Mira cómo sabes. Chúpame, nena.
Comienza a chuparme el dedo. Lo hace muy bien. Lo disfruta. Las imágenes de mi pene en su boca pasan una detrás de otra por mi cabeza.
—Quiero follarte la boca, Anastasia, y pronto lo haré —le digo con una voz completamente excitada.
Algo provoca en ella, porque me muerde. Eso hace que yo gima y tire de su pelo.
—Mi niña traviesa —le digo.
Cojo un condón. Odio hacerlo con condones, pero sé que no tengo otra alternativa por ahora.Le indico que no se mueva. Vuelvo a caer sobre ella y, una vez más, la inmovilizo. Es terriblemente excitante sentir su cuerpo inmóvil bajo el mío. La penetro lentamente. Llego hasta el fondo. Lo más adentro posible. Ella gime. Salgo y vuelvo a entrar en ella. Voy muy despacio.
—Se está tan bien dentro de ti — murmuro.
Siento su excitación. Está muy receptiva a cada movimiento. Pareciera que va a volver a correrse. Puedo sentirlo.
—No, nena, todavía no —le indico.
Quiero que aprenda a controlarse. Que decida cuando alcanzará el clímax. Debe saber hacerlo.
La dejo descansar un momento. Que la excitación baje apenas. Entonces, vuelvo a penetrarla.
—Por favor —me ruega.Su súplica es melodía para mis oídos. Me encanta escuchar sus ruegos.
—Te quiero dolorida, nena —le digo.Yo también debo controlarme, podría correrme ya mismo si lo quisiera. Pero aguanto y multiplico nuestro placer.
—Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que he estado dentro de ti. Solo yo. Eres mía.Gime. No puede resistirlo.
—Christian, por favor —sigue con sus súplicas.
—¿Qué quieres, Anastasia? Dímelo.
Sus gemidos comienzan a ser gritos ahogados. Los dos estamos por estallar.
—Dímelo —vuelvo a ordenarle. Finalmente habla:
—A ti, por favor.
Aumento el ritmo. Nuestras respiraciones se alteran cada vez más. Cada vez mis movimientos son más rápidos. Siento cómo se acerca su orgasmo y el mío.
—Eres… tan… dulce. Te… deseo… tanto…—le digo y cada vez estoy más dentro de ella.Puedo sentir que ahí está llegando.
—Eres… mía… Córrete para mí, nena —le ordeno.
Se corre gritando mi nombre. Sus palabras quedan ahogadas contra el colchón. Entonces, la embisto con rudeza y tengo un orgasmo fuerte y exquisito. Me desplomo contra su espalda. He quedado exhausto.
—Joder, Ana —exclamo, recuperando la respiración.
Salgo de su cuerpo y me tiendo de lado. Me quito el condón. Anastasia entrecierra sus ojos. Hemos hecho una gran performance. Descanso un momento recostado. Luego me incorporo de costado para hacerle un comentario. Pero veo que Anastasia está profundamente dormida. La contemplo. En sueños es más bella todavía
—Estás mordiéndote el labio, y no me has contestado— le reprocho, un poco burlón. Sigue sonriendo. Parece una niña. La cara se le ilumina cada vez más.
—Me gustaría volver a hacerlo —dice de repente.
Su respuesta me sorprende. Pasado el primer impacto de asombro, logro distenderme. Muy bien, no se siente lastimada ni tiene ningún problema. Más bien parece ser todo lo contrario. En definitiva, sus palabras me halagan.
—¿Ahora mismo, señorita Steele? ¿No eres un poquito exigente? Date la vuelta.
La beso suavemente para saber que podré cumplir con su deseo. De hecho, creo que podría follármela varias veces más. Su aroma, sus formas…Observo su espalda. La acaricio, llego hasta sus glúteos. Le desabrocho el sujetador.
—Tienes una piel realmente preciosa —le susurro al oído. Beso sus hombros. Huelo su exquisita piel…
—¿Por qué no te has quitado la camisa? —me pregunta. Respondo sin palabras. Me quito la camisa y vuelvo a tumbarme sobre ella.
—Así que quieres que vuelva a follarte… —le digo. Mis propias palabras me van envalentonando.
Sigo besando su oreja, su cuello, su espalda. Luego, levanto sus rodillas, acaricio sus nalgas y voy metiendo mis dedos en ella.
—Voy a follarte desde atrás, Anastasia —le cuento.
Su culo es perfecto y es una verdadera tentación. Pero no puedo ir tan rápido y lo sé, todavía no está preparada. La inmovilizo debajo de mi cuerpo. Esta sensación hace que mi pene se endurezca mucho más. Me encanta saber que no puede moverse.
—Eres mía. Solo mía. No lo olvides—le digo extasiado.
Introduzco mi pulgar en su vagina y lo muevo en círculos. Ella responde acompañando el movimiento con sus caderas.
—No te muevas —le ordeno.
Se queda quieta. Su placer aumenta. Gime cada vez más fuerte.
—¿Te gusta? —le digo pegado a su oreja.
Saco y entro mi pulgar. Anastasia intenta controlarse pero puedo notar que desearía moverse. Su cuerpo me demuestra que lo está disfrutando.
—Estás muy húmeda y eres muy rápida. Muy receptiva. Oh, Anastasia, me gusta, me gusta mucho —le digo.
La tengo atrapada y la sensación me excita cada vez más. Luego, saco mi pulgar y lo llevo hacia su boca. Le ordeno que la abra, y ella, de inmediato lo hace.
—Mira cómo sabes. Chúpame, nena.
Comienza a chuparme el dedo. Lo hace muy bien. Lo disfruta. Las imágenes de mi pene en su boca pasan una detrás de otra por mi cabeza.
—Quiero follarte la boca, Anastasia, y pronto lo haré —le digo con una voz completamente excitada.
Algo provoca en ella, porque me muerde. Eso hace que yo gima y tire de su pelo.
—Mi niña traviesa —le digo.
Cojo un condón. Odio hacerlo con condones, pero sé que no tengo otra alternativa por ahora.Le indico que no se mueva. Vuelvo a caer sobre ella y, una vez más, la inmovilizo. Es terriblemente excitante sentir su cuerpo inmóvil bajo el mío. La penetro lentamente. Llego hasta el fondo. Lo más adentro posible. Ella gime. Salgo y vuelvo a entrar en ella. Voy muy despacio.
—Se está tan bien dentro de ti — murmuro.
Siento su excitación. Está muy receptiva a cada movimiento. Pareciera que va a volver a correrse. Puedo sentirlo.
—No, nena, todavía no —le indico.
Quiero que aprenda a controlarse. Que decida cuando alcanzará el clímax. Debe saber hacerlo.
La dejo descansar un momento. Que la excitación baje apenas. Entonces, vuelvo a penetrarla.
—Por favor —me ruega.Su súplica es melodía para mis oídos. Me encanta escuchar sus ruegos.
—Te quiero dolorida, nena —le digo.Yo también debo controlarme, podría correrme ya mismo si lo quisiera. Pero aguanto y multiplico nuestro placer.
—Quiero que, cada vez que te muevas mañana, recuerdes que he estado dentro de ti. Solo yo. Eres mía.Gime. No puede resistirlo.
—Christian, por favor —sigue con sus súplicas.
—¿Qué quieres, Anastasia? Dímelo.
Sus gemidos comienzan a ser gritos ahogados. Los dos estamos por estallar.
—Dímelo —vuelvo a ordenarle. Finalmente habla:
—A ti, por favor.
Aumento el ritmo. Nuestras respiraciones se alteran cada vez más. Cada vez mis movimientos son más rápidos. Siento cómo se acerca su orgasmo y el mío.
—Eres… tan… dulce. Te… deseo… tanto…—le digo y cada vez estoy más dentro de ella.Puedo sentir que ahí está llegando.
—Eres… mía… Córrete para mí, nena —le ordeno.
Se corre gritando mi nombre. Sus palabras quedan ahogadas contra el colchón. Entonces, la embisto con rudeza y tengo un orgasmo fuerte y exquisito. Me desplomo contra su espalda. He quedado exhausto.
—Joder, Ana —exclamo, recuperando la respiración.
Salgo de su cuerpo y me tiendo de lado. Me quito el condón. Anastasia entrecierra sus ojos. Hemos hecho una gran performance. Descanso un momento recostado. Luego me incorporo de costado para hacerle un comentario. Pero veo que Anastasia está profundamente dormida. La contemplo. En sueños es más bella todavía
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En la piel de Grey-Cap. 6.4 (Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
domingo, 14 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 6.3 ( Fans de Grey ) / ADULTOS
Anastasia acaba de confesarme que nunca ha tenido orgasmos. Parece increíble, pero al mismo tiempo es una invitación al placer más exquisito.Veo cómo disfruta de cada caricia y me excito más y más. Me quito lentamente los vaqueros. La tomo de los tobillos, separo sus piernas y le pido que no se mueva.
Subo y beso el interior de sus muslos. Avanzo y llego hasta sus bragas. Se mueve extasiada de placer. Ya le he dicho que no lo haga.
—Vamos a tener que trabajar para que aprendas a quedarte quieta, nena— le advierto.
Subo por su cuerpo. Lamo el ombligo y sigo ascendiendo. Disfruto de sentirla tan receptiva. Araña las sábanas. Me tumbo a su lado y comienzo un lento y delicado trabajo sobre sus exquisitos pechos. Caben exactos entre mis dedos.
—Encajan perfectamente en mi mano, Anastasia —se lo hago notar.Bajo la copa del sujetador con mis dedos, dejando sus pechos al aire. No puedo dejar de mirarlos. Los pezones se endurecen más y más.
—Muy bonitos —le comento con un suspiro.
Ella está en silencio. Y disfruta. Me encanta como se va entregando. Chupo un pezón, mientras tiro del otro con la mano. Gime. Descubro que sus pezones son una zona muy sensible. Me gusta que así sea.
—Vamos a ver si conseguimos que te corras así —le susurro.
Continúo chupando y apretando sus pezones hasta que la tensión llega a su punto más alto. Me seduce sentir su placer. Gime y pasa sus manos por las sábanas.
—Oh… por favor —me dice extasiada.Tira la cabeza hacia atrás. Siento que está a punto de sentir su orgasmo.
—Déjate ir, nena —le digo.
Entonces, llevo mis movimientos al máximo. Muerdo un pezón y tiro con fuerza del otro. Anastasia se retuerce de placer y tiene un orgasmo fuerte y sostenido.Subo rápidamente hacia su boca y la beso, ahogando su gemido.Ha sido perfecto. Su rostro está pleno. Lo ha disfrutado mucho y me halaga. La miro y sonrío.
—Eres muy receptiva. Tendrás que aprender a controlarlo, y será muy divertido enseñarte.
La beso. Es momento de continuar. Ya ha tenido su primer orgasmo. Seguiremos con su virginidad.
Mi excitación es extrema. Quiero estar dentro de ella.Bajo con mi mano hacia su cintura. Luego, avanzo hacia el clítoris y empiezo a trazar círculos. Ella sigue quieta con los ojos cerrados.
—Estás muy húmeda. No sabes cuánto te deseo.
Puedo percibir su disfrute, lo que me invita a seguir. Introduzco un dedo dentro de ella. Repito el movimiento. Sus gemidos de placer aumentan a medida que avanzo con mis movimientos.No puedo esperar un instante más. Quiero estar dentro de ella. Me siento y le quito las bragas. Luego, hago lo mismo con mi bóxer. Cojo el condón y me lo pongo.Anastasia me mira un poco preocupada. No creo que tenga miedo, pero no sabe muy bien de qué se trata todo esto y necesita estar tranquila.
—No te preocupes. Tú también te dilatas—le digo para calmarla. Me acomodo sobre ella, las manos a los costados de su cabeza. Es hermosa y la deseo.
—¿De verdad quieres hacerlo? —le murmuro.
—Por favor —me ruega. Su tono de voz es muy seductor.
—Levanta las rodillas —le indico.Rápidamente me hace caso.
—Ahora voy a follarla, señorita Steele. Duro —le digo con una leve sonrisa.Y la penetro.
Grita. Su grito multiplica mi excitación. La he desvirgado de una sola embestida. Sin embargo, siento resistencia en su vagina.No quiero detenerme, pero lo hago por un momento.
—Estás muy cerrada. ¿Estás bien?—le susurro.
Estoy dentro de ella. La observo. Ella asiente como pidiéndome que siga, que no me detenga. Y obedeceré a ese deseo ya mismo.
—Voy a moverme, nena —le advierto.
Voy hacia atrás, casi saliendo de su cuerpo. Y vuelvo a embestir con más fuerza. Grita y me detengo. Puedo reconocer que su grito está lleno de placer ahogado.
—¿Más? —le pregunto muy excitado.
—Sí —me suplica.
La sensación de estar dentro de ella es perfecta. Podría quedarme horas haciéndolo.
—¿Otra vez? —la provoco.
—Sí —grita.
Entra y salgo de su cuerpo cada vez más rápido. Siento como chocan nuestras caderas. Ella encaja perfectamente con mis movimientos. Todo está resultando mejor de lo esperado.Estoy a punto de correrme, pero no lo hago, porque disfruto del momento. La beso y tiro de su labio inferior con los dientes. Su excitación aumenta junto con la mía. Esto es delicioso.Sí, señorita Steele, todas son sensaciones nuevas…Y yo soy el dueño de todas esas sensaciones.Sus piernas se tensan, creo que volverá a correrse. Oh, sí, esto es fantástico.
—Córrete para mí, Ana —le ordeno.
Siento cómo se contrae su vagina y se expande hacia un duradero orgasmo. Esa sensación hace que me corra junto a ella. Apoyo mi frente en la suya. Perfecto. Ha sido perfecto. Mi respiración se va regularizando de a poco. No puedo abrir los ojos. Cuando lo consigo, la beso suavemente y comienzo a salir de su cuerpo. Anastasia se queja.
—¿Te he hecho daño? —le pregunto con cierta preocupación.Me tumbo a su lado y me apoyo en el codo. La observo. Me sonríe.
—¿Estás de verdad preguntándome si me has hecho daño?
—No me vengas con ironías. En serio, ¿estás bien?
De todas formas, sus ironías son muy sexys, aunque no se lo digo.Me sonríe. Pareciera que no tiene ganas de hablar. Su expresión está plena. Me dice que está feliz con la mirada. Sus ojos me gratifican.
Muchas cosas pasan por su cabeza. Mucha información que no puedo saber. Pero no me dice nada. Se queda en silencio y vuelve a sonreír.
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En la piel de Grey-Cap. 6.3 (Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
sábado, 13 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 6.2 ( Fans de Grey ) / ADULTOS
Hay algo muy seductor en su forma de actuar. Esa mezcla de ingenuidad y atrevimiento en dosis exactas.
Me encanta besarla. Su boca tiene una forma perfecta de encajar con la mía. Me seduce su labio inferior. Y ese gesto que hace cuando lo muerde. Yo también deseo morderlo.Desde el día en que la vi he deseado hacer esto. Nada puede detenerme ahora. Me quedaría pegado a su boca toda la noche.
Muerdo su labio cuidadosamente y tiro de él. Gime y me excita y me hace sonreír.
—Por favor, Ana, déjame hacerte el amor.
—Sí —me dice en voz baja y decidida.
La llevo a mi dormitorio. Una vez más observa todo, atenta, sacando fotos con la mirada. Me acerco a ella y siento que tiembla. Es normal, trataré de darle seguridad. Me mira.Me quito el reloj y la americana. Me mira sin moverse.Continúo. Me quito las Converse y los calcetines. Anastasia sigue quieta. De repente me doy cuenta de que tendremos que usar preservativos. Mierda. Odio usarlos. Siempre me hago análisis y hago que mis sumisas se los hagan también. Una vez que este tema está resuelto, busco que usen algún método anticonceptivo que nos permita evitar el preservativo. De todas formas, siempre tengo algunos en mi cajón.
—Supongo que no tomas la píldora—le digo.
—Me temo que no.
De acuerdo, intentaré no pensar en esto. Saco los condones y los dejo sobre la mesilla. La miro y le advierto:
—Tienes que estar preparad. ¿Quieres que cierre las persianas?
Quiero que se sienta cómoda y segura. Como veo que sigue un poco temerosa, adecúo el espacio a su gusto.
—No me importa —responde con sinceridad—. Creía que no permitías a nadie dormir en tu cama.
No sé si su afirmación es una provocación, pero me hace gracia.
—¿Quién ha dicho que vamos a dormir? —le pregunto.
—Oh.
Esta chica me encanta y deseo que se sienta bien. No voy a hacer nada brusco, pero sí seré seguro y preciso para ayudarla. Quiero que guarde el mejor recuerdo posible de lo que está por suceder.
Me acerco a ella lentamente. Sus ojos brillan. Está expectante y excitada. Disfruto de cada rasgo de su expresión.
—Vamos a quitarte la chaqueta, si te parece —la susurro.
Anastasia no responde. Sigue extasiada por la situación. Entonces, deslizo lentamente la chaqueta por sus hombros y la apoyo sobre la silla.Sentir el roce con su cuerpo me excita aún más. Quiero hacerle el amor toda la noche.
—¿Tienes idea de lo mucho que te deseo, Ana Steele? —la pregunto.
No puede responder. Lo dice con la mirada. Ella también me desea y el brillo de sus ojos es bellísimo. La cojo del mentón.
—¿Tienes idea de lo que voy a hacerte? —vuelvo a decirle dulcemente.
No deja de mirarme ni un instante. Me gusta su mirada sostenida. Comienzo a besarla, mientras desabrocho su blusa. Luego, sin despegarme de sus labios, le quito la blusa y la dejo caer al suelo. Entonces, me separo levemente de ella y observo su torso casi desnudo. Tiene sujetador azul de encaje que le queda muy sexy. Y su piel es blanca y perfecta. La contemplo y deseo besarla centímetro a centímetro. Se lo digo. Parece ruborizarse al escucharlo. Yo no dejo de mirar cada parte de su cuerpo. Me detengo en su cabello. La deshago el peinado y veo como cae el pelo sobre los hombros. Es tan terriblemente sexy. Y parece no saberlo. Lo cual la vuelve mucho más sexy todavía
.
—Me gustan las morenas —la cuento.
Quiero que gane toda la confianza posible. Que se sienta cómoda y halagada a mi lado. La sujeto de la cabeza con firmeza y la beso. Su gemido se siente dentro de mi boca. La acerco hacia mi cuerpo y la aprieto. La cojo de su trasero y la empujo hacia mí. Sí, nena, quiero que sientas mi erección.
El contacto con mi pene erecto multiplica su excitación. Sus gemidos se vuelven más agudos y fuertes. La deseo con locura. Entonces, empieza a moverse. Me toma de los brazos y luego sube hasta mi pelo. La llevo lentamente hacia la cama. Llegamos al borde. Allí nos quedamos, de pie.
Me arrodillo frente a ella. La sujeto de las caderas y lamo su ombligo. Luego, la beso y mordisqueo de una cadera hacia la otra. Ella gime cada vez más fuerte.Pone sus manos sobre mi pelo y tira con suavidad. Desabrocho sus vaqueros. La miro desde allí abajo. Contemplo su belleza. La huelo.
Ahora sí la tiro sobre la cama. Desnudo sus pies y los lamo. Luego, los recorro con los dientes. Puedo sentir que le gusta, que lo está disfrutando.
—Ana, no te imaginas lo que podría hacer contigo —le advierto.
Son tantas las cosas que se me pasan por la cabeza. Esta chica me inspira, saca lo mejor de mi instinto sexual.Le saco los vaqueros. La observo casi desnuda sobre mi cama.
—Eres muy hermosa, Anastasia Steele. Me muero por estar dentro de ti.
Ahora quisiera ver cómo se toca. Es que esta chica es una verdadera belleza. Y es virgen. Entonces, quiero ver su experiencia en darse satisfacción a sí misma.
—Muéstrame cómo te das placer—le pido.
Ella se queda mirándome. Veo que su vergüenza es muy fuerte. Quiero que se relaje y me muestre lo mejor de sí.
—No seas tímida, Ana. Muéstramelo —le ruego.
Me vuelve a mirar, un poco asombrada.
—No entiendo lo que quieres decir —me dice casi jadeando.
—¿Cómo te corres sola? Quiero verlo.
Estoy ansioso por ver eso. Ya mismo.
—No me corro sola —me dice con voz inocente.
Me sorprende esa información. ¿De dónde ha salido esta niña? No puedo creerlo. No veo motivos para que me mienta, pero, sinceramente, me cuesta creer lo que escucho.
—Bueno, veremos qué podemos hacer —le digo, invitándola a un juego delicioso.
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En la piel de Grey-Cap. 6.2 (Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
viernes, 12 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 6.1 ( Fans de Grey )
Es virgen. Sí, Anastasia es virgen. No puedo creerlo. La miro, lo pienso y no puedo creerlo. ¿Por qué no me lo ha dicho antes? ¿Cómo hemos llegado hasta aquí sin que yo lo supiera? De acuerdo, es virgen. Deberé asumirlo y ver cómo continuar con todo esto. Camino por el estudio tratando de comprender la situación. De repente, todo ha cambiado. Ella está quieta y me mira. Pienso un momento antes de hablar. Reconozco que me he puesto nervioso. Y no puedo disimularlo.
—No entiendo por qué no me lo has dicho —es todo lo que logro decirle.
—No ha salido el tema. No tengo por costumbre ir contando por ahí mi vida sexual. Además… apenas nos conocemos.
Trato de no enfadarme. Entiendo que no vaya contando sus intimidades, pero hemos llegado demasiado lejos antes de que abriera la boca. ¿No se da cuenta de eso? Anastasia mira para abajo. Está tensa y no sabe qué decir. Y yo tampoco. Respiro profundo y trato de serenarme. Pero no lo logro. No es que esté enfadado, solo que no logra entrar en mi cabeza cómo llegamos hasta aquí sin que yo supiera esa información. Entonces, me mira. Y trato de explicarle:
—Bueno, ahora sabes mucho más de mí. Sabía que no tenías mucha experiencia, pero… ¡virgen! Mierda, Ana, acabo de mostrarte… Que Dios me perdone. ¿Te han besado alguna vez, sin contarme a mí?
Mis pensamientos salen sin filtro. He perdido el control y todo se me hace confuso. Acaba de ver una habitación llena de látigos, de esposas, de grilletes. Y es virgen. De repente ya nada me asombraría.
Sin embargo, parece que le ofende que le pregunte si la han besado.
—Pues claro —me responde enfadada.
No veo por qué le molesta mi pregunta. Me alivia saber que por lo menos la han besado. No entiendo cómo nunca pasó a otra cosa después de un beso. Y…¿por qué conmigo?
—¿Y no has perdido la cabeza por ningún chico guapo? De verdad que no lo entiendo. Tienes veintiún años, casi veintidós. Eres guapa.
Se pone colorada y me mira. No dice nada. Yo me estoy poniendo nervioso. No dejan de surgirme dudas en la cabeza. ¿Quiero ser yo quien la desvirgue? ¿Deseo realmente cargar con esa responsabilidad?¿Ocupar ese lugar en la vida de Anastasia Steele? Por un momento siento que no, que no voy a ser yo. Por otro, la sensación es muy tentadora, casi irresistible. Anastasia parece haber perdido capacidad de reacción. ¿Cómo se supone que haremos esto? Necesito información, tengo que saber más sobre ella.
—¿Y de verdad estás hablando de lo que quiero hacer cuando no tienes experiencia? ¿Por qué has eludido el sexo? Cuéntamelo, por favor.Se encoje de hombros.
—Nadie me ha… en fin…—comienza a decir sin saber hacia donde va su frase.
Entonces, se interrumpe y me pregunta:
—¿Por qué estás tan enfadado conmigo?
Su pregunta me hace recapacitar. Provoca un quiebre en mi interior. Es tan dulce el tono en qué la dice. No deseo lastimarla. Me siento culpable.
—No estoy enfadado contigo. Estoy enfadado conmigo mismo. Había dado por sentado… ¿Quieres marcharte?
Por supuesto no quiero que se vaya, pero es lo que debo ofrecerle en este momento. Me alegra cuando me responde:
—No, a menos que tú quieras que me marche —en tono tímido pero seguro.
¿Cómo explicarle todo lo que estoy sintiendo en este momento? Tal vez la mejor opción es ir por lo simple.
—Claro que no. Me gusta tenerte aquí. Es tarde. —La miro—. Estás mordiéndote el labio.
Que se muerda el labio tiene un extraño poder hipnótico sobre mí. Me seduce, me excita, me desconcentra de cualquier actividad que esté haciendo.
—Perdona.
—No te disculpes. Es solo que yo también quiero morderlo… fuerte.
Me mira. Esta nerviosa y excitada. No sabe qué decir ni qué hacer. Debo tomar el control de la situación. Entonces decido que si ella está de acuerdo, si realmente no desea irse, ya no hay nada más qué hablar.
—Ven —le digo.
—¿Qué?
—Vamos a arreglar la situación ahora mismo.
Parece no entender. Me mira extrañada. Sin saber cómo reaccionar.
—¿Qué quieres decir? ¿Qué situación?— me pregunta.
—Tu situación, Ana. Voy a hacerte el amor, ahora.
—Oh.
Claro que sabía a qué me refería, solo que la información va bajando lento en su cabeza.
—Si quieres, claro. No quiero tentar a la suerte— le aclaro. Soy muy sincero con mis palabras. No quisiera que se arrepienta. Y mucho menos que tuviera una mala experiencia.
—Creía que no hacías el amor. Creía que tú solo follabas duro.
Su respuesta me sorprende. De repente la señorita Steele, a pesar de estar nerviosa y atemorizada, tiene espacio para burlarse de mí. De acuerdo, puede ser muy divertido. Sonrío. Quiero avanzar con esto. Hacer el amor, follármela. Hacer el amor, follármela.
—Puedo hacer una excepción, o quizá combinar las dos cosas. Ya veremos. De verdad quiero hacerte el amor. Ven a la cama conmigo, por favor . Quiero que nuestro acuerdo funcione, pero tienes que hacerte una idea de dónde estás metiéndote. Podemos empezar tu entrenamiento esta noche… con lo básico. No quiere decir que venga con flores y corazones. Es un medio para llegar a un fin, pero quiero ese fin y espero que tú lo quieras también.
Le digo todo de repente. Y ya mismo quisiera dejar de hablar…
—Pero no he hecho todo lo que pides en tu lista de normas —me dice con poca seguridad.
Creo que está mareada con la situación. Me parece lógico. La entiendo y quiero que se sienta bien. Está por dar un paso importante y necesita de mi apoyo. Quiero que se sienta confortable y segura.
La observo una vez más. Está hermosa y la deseo y se lo diré porque quiero hacerla sentir bien y que confíe en mí.
—Olvídate de las normas. Olvídate de todos esos detalles por esta noche. Te deseo. Te he deseado desde que te caíste en mi despacho, y sé que tú también me deseas. No estarías aquí charlando tranquilamente sobre castigos y límites infranqueables si no me desearas. Ana, por favor, quédate conmigo esta noche.
Le tiendo la mano y ella la coge. La traigo contra mi cuerpo. Está entre mis brazos. Recorro su nuca con mis dedos. Tiro suavemente de la coleta para hacer que me mire.
—Eres una chica muy valiente. Me tienes fascinado.
La beso. Estoy decidido a hacerle el amor.
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LOVE ME LIKE YOU DO - VIOLIN - Luisa Lee - (Ellie Goulding Cover)
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jueves, 11 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 5.4 ( Fans de Grey )
Estamos negociando algunos puntos del contrato. Deseo que sea mi sumisa. Está claro que no sabe demasiado del tema pero la deseo lo suficiente como para explicarle lo que sea necesario.
Le mostré el cuarto del placer y me alentó que no saliera espantada al verlo. He tenido muchas sumisas, pero todas conocían en dónde se estaban involucrando. Anastasia es la primera que no conoce nada de este mundo. Por un lado, me genera cierta incertidumbre. ¿Podrá soportar todo esto sin salir espantada? Sé que la estoy llevando por un camino oscuro. Por otro lado, me seduce demasiado. Y creo que su inocencia le da un punto extra. Me encanta su candidez. Quiso apurar toda esta situación y ahora me mira llena de intriga y de deseo. Supongo que poco a poco se irá relajando.
Nunca tuve mayores problemas con conseguir una sumisa. Mis sumisas disfrutan de mis regalos y de mis castigos. Sienten placer de entregarse a mis deseos. Si les ordeno que coman, comen. Si les ordeno que se arrodillen ante mi, lo hacen. Están disponibles para todos mis deseos sexuales. A cambio reciben protección y premios. Regalos caros que disfruto de hacerles. ¿Podrá Anastasia entrar a este mundo? Yo, por supuesto, no la forzaré a nada. De hecho, esta misma noche tendrá disponible el Charlie Tango para marcharse cuando lo desee. Si es que en algún momento lo desea. Y es tan sexy que de verdad espero que no sea necesario. No puedo parar de pensar en el momento en que me la follaré por primera vez. Esta chica tiene mucho para dar. Y cada vez estamos más cerca de ese instante.
Hemos discutido sobre el ejerció físico. Ella dice que no quiere hacer tres veces por semana. Después de una pequeña discusión ha argumentado que probablemente haré que tenga que hacer mucho ejercicio cuando esté aquí. Esta observación me ha excitado.
Una sonrisa se instala en mi cara.
—Sí , lo haré. De acuerdo. ¿Estás segura de que no quieres hacer las prácticas en mi empresa? Eres buena negociando.
—No, no creo que sea buena idea.
Mira de reojo las normas que figuran en la hoja. Piensa en algo pero no lo dice.
Entonces le paso la siguiente hoja, la que indica los límites infranqueables.
—Pasemos a los límites. Estos son los míos— mientras se la doy.
LÍMITES INFRANQUEABLES
Actos con fuego.
Actos con orina, defecación y excrementos.
Actos con agujas, cuchillos, perforaciones y sangre.
Actos con instrumental médico ginecológico.
Actos con niños y animales.
Actos que dejen marcas permanentes en la piel.
Actos relativos al control de la respiración.
Actividad que implique contacto directo con corriente eléctrica (tanto alterna como continua), fuego o llamas en el cuerpo.
No habla. No dice nada. Piensa algo, pero es imposible de saber de qué se trata. No creo que Anastasia quisiera hacer nada de todas estas cosas, pero de todas formas me parece necesario explicarle que yo tampoco lo haré. Ni me apetecería hacerlo. Como continúa en silencio, le pregunto:
—¿Quieres añadir algo?
Vuelve a observarme sin pronunciar respuesta. Puede que sea el asombro o que no sepa qué decir. Estoy un poco desconcertado. Puedo intuir cosas sobre ella, pero, en realidad, no la conozco lo suficiente. ¿Qué le está pasando por la cabeza? Sus ojos están vacíos de expresión y bastante perdidos.
—¿Hay algo que no quieras hacer?— intento ayudarla con mi pregunta. Vuelve a quedarse un momento callada.
—No lo sé—dice finalmente.
—¿Qué es eso de que no lo sabes?
Le cuesta hablar. Percibo que no se siente muy cómoda. Se muerde el labio. Maldito gesto que me hace perder la cabeza. Trato de concentrarme.
—Nunca he hecho cosas así.
—Bueno, ¿ha habido algo que no te ha gustado hacer en el sexo?
Se pone colorada como un tomate. Nunca la he visto tan ruborizada. ¿Qué habrá hecho?, me pregunto de repente. Parece tan inocente…pero parece que hizo cosas de las que se ha arrepentido. Me da mucha curiosidad.
—Puedes decírmelo, Anastasia. Si no somos sinceros, no va a funcionar.
No puede hablar. Se mira las manos en silencio. Está demasiado tensa.
—Dímelo —insisto.
Sigue dudando. Está muy nerviosa. Me comienzo a preocupar. De qué se trata. Es necesario que tenga confianza.
—Bueno… Nunca me he acostado con nadie, así que no lo sé — dice con un hilo de voz.
¡¿Qué?! De todas las cosas imaginables, esta era la última. Me quedo estupefacto. No sé cómo reaccionar. Pienso un segundo: no quiero asustarla. Nunca lo hubiese imaginado. Vino tan decidida, parecía dispuesta a mucho. Es virgen y yo acabo de darle un acuerdo de confidencialidad para que sea mi sumisa. Ha visto un cuarto con grilletes, esposas, látigos y…es virgen. Tal vez, si pudiera estallaría en una risa. Pero no en este momento. Me preocupa. Apenas puedo reaccionar.
—¿Nunca? —susurro.
Me dice que sí con la cabeza.No puede ser. Corroboro una vez más. Es que no me lo creo.
—¿Eres virgen?
Vuelve a asentir con la cabeza. Tendré que aceptar que es así. Anastasia Steele es virgen. Cierro los ojos. Miles de reproches invaden mi cabeza. ¿Por qué no lo dijo antes? ¿Cómo llegamos hasta aquí? ¿Por qué no me avisó? ¿Por qué me ha permitido llegar hasta aquí? No puedo creerlo. Pero tendré que afrontarlo. Cuando logro recuperarme, la miro.
—¿Por qué cojones no me lo habías dicho? — es lo único que sale de mi boca. Estoy enfadado. Debería haberlo dicho mucho antes.
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miércoles, 10 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 5.3 ( Fans de Grey )
Estamos cenando y hablamos sobre el contrato que quiero que Anastasia firme. En realidad, ella apenas come. Se la ve nerviosa y pensativa. Está claro que desconoce sobre estos temas y está intentando indagar sobre cómo funcionan las cosas y cuál ha sido mi experiencia previa. Me ha preguntado con cuántas mujeres he firmado este tipo de contrato y le he dicho que con quince. Luego ha querido saber si le había hecho daño a alguna. Sí, solo a una.
—¿Me harás daño a mí?—me pregunta con temor.
No termino de entender a qué se refiere. Por supuesto, no pretendo lastimarla. Se trata de castigo físico que es doloroso, pero placentero.Anastasia toma más vino, como intentando procesar toda la información nueva que está recibiendo. Los ojos le brillan en una mezcla de excitación y miedo.
—¿Alguna vez te han pegado? —me pregunta.
—Sí.
Antes de que continuemos dándole vueltas al asunto creo que lo mejor será que vea el contrato, que pueda leerlo y resolver alguna de las dudas que le están surgiendo.
—Vamos a hablar a mi estudio. Quiero mostrarte algo.
Me paro y me dirijo hacia mi estudio. Anastasia me sigue preguntándose de qué se trata todo esto.
Vuelve a registrar todo el lugar con la mirada. Se detiene especialmente en el amplio ventanal que va desde el techo hasta el suelo. Creo que la ha impactado.Me siento a la mesa y le indico que se siente en la silla que está enfrente. Una vez que se ubica le doy una copia del contrato para que lea.
—Estas son las normas. Podemos cambiarlas. Forman parte del contrato, que también te daré. Léelas y las comentamos.
NORMAS
Obediencia:
La Sumisa obedecerá inmediatamente todas las instrucciones del Amo, sin dudar, sin reservas y de forma expeditiva. La Sumisa aceptará toda actividad sexual que el Amo considere oportuna y placentera, excepto las actividades contempladas en los límites infranqueables
(Apéndice 2). Lo hará con entusiasmo y sin dudar.
Sueño:
La Sumisa garantizará que duerme como mínimo siete horas diarias cuando no esté con el Amo.
Comida:
Para cuidar su salud y su bienestar, la Sumisa comerá frecuentemente los alimentos incluidos en una lista (Apéndice 4). La Sumisa no comerá entre horas, a excepción de fruta.
Ropa:
Durante la vigencia del contrato, la Sumisa solo llevará ropa que el Amo haya aprobado. El Amo ofrecerá a la Sumisa un presupuesto para ropa, que la Sumisa debe utilizar. El Amo acompañará a la Sumisa a comprar ropa cuando sea necesario. Si el Amo así lo exige, mientras el contrato esté vigente, la Sumisa se pondrá los adornos que le exija el Amo, en su presencia o en cualquier otro momento que el Amo considere oportuno.
Ejercicio:
El Amo proporcionará a la Sumisa un entrenador personal cuatro veces por semana, en sesiones de una hora, a horas convenidas por el entrenador personal y la Sumisa. El entrenador personal informará al Amo de los avances de la Sumisa.
Higiene personal y belleza:
La Sumisa estará limpia y depilada en todo momento. La Sumisa irá a un salón de belleza elegido por el Amo cuando este lo decida y se someterá a cualquier tratamiento que el Amo considere oportuno.
Seguridad personal:
La Sumisa no beberá en exceso, ni fumará, ni tomará sustancias psicotrópicas, ni correrá riesgos innecesarios.
Cualidades personales:
La Sumisa solo mantendrá relaciones sexuales con el Amo. La Sumisa se comportará en todo momento con respeto y humildad. Debe comprender que su conducta influye directamente en la del Amo. Será responsable de cualquier fechoría, maldad y mala conducta que lleve a cabo cuando el Amo no esté presente.
El incumplimiento de cualquiera de las normas anteriores será inmediatamente castigado, y el Amo determinará la naturaleza del castigo.
Termina de leer y parece muy asombrada. No esperaba leer eso. Yo tampoco esperaba esa expresión de asombro desmedido. Por un momento me preocupo.
—¿Límites infranqueables? —me pregunta cuando logra reaccionar.
Vuelve a alegrarme escuchar esas palabras. A pesar de que su rostro indique que está espantada, quiere seguir averiguando de qué se trata todo esto, lo cual es una buena señal.
—Sí. Lo que no harás tú y lo que no haré yo. Tenemos que especificarlo en nuestro acuerdo.
—No estoy segura de que vaya a aceptar dinero para ropa. No me parece bien.
Me llama la atención que haya reparado en ese detalle. Nunca ninguna mujer se resistió a mis regalos. Le explico que no tengo problema en gastar dinero y que disfrutaré de gastar dinero en ella. Además, necesito que sepa que ocasionalmente puede ser que necesite que me acompañe a algún lado y el tipo de ropa que deberá llevar no es posible que ella misma pueda pagarlo.
—¿No tendré que llevarla cuando no esté contigo?— me pregunta con un dejo de rebeldía.
—No.
—De acuerdo.
Luego ataca con el tema del ejercicio. No comprendo muy bien sus extrañas objeciones. ¿Cuál es realmente el problema? Dice que no quiere hacer ejercicio cuatro veces por semana. No comprendo por qué. Además necesito que esté entrenada físicamente. Es muy importante que lo haga. Se lo explico:
—Anastasia, necesito que estés ágil, fuerte y resistente. Confía en mí. Tienes que hacer ejercicio.
Se pone caprichosa con la cantidad de veces. Dice que prefiere tres veces. Le digo que deben ser cuatro.
—Creía que esto era una negociación.
Me deja un momento pensativo. Me gusta su respuesta, me parece inteligente. Debo reconocerlo. Touche.
—De acuerdo, señorita Steele, vuelve a tener razón. ¿Qué te parece una hora tres días por semana, y media hora otro día?
—Tres días, tres horas. Me da la impresión de que te ocuparás de que haga ejercicio cuando esté aquí
Otra vez lo ha conseguido. Touche. Me encanta esa respuesta. Me está conquistando con cada intervención.Sonrío. Reconozco que el miedo le está dando paso a la sagacidad. Disfruto de sus comentarios. Veo que a pesar de ser buena negociadora cada vez está más cerca de pertenecerme. Siento un inquietante deseo de que Anastasia Steele sea mi sumisa. Ya mismo.
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En la piel de Grey/Cap. 5.3 (Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
martes, 9 de junio de 2015
En la piel de Grey - Capítulo 5.2 ( Fans de Grey )
Anastasia acaba de conocer el cuarto del placer. Creo que su reacción ha sido buena. Está asombrada, pero ha estado haciendo preguntas, por lo que puedo inferir que le ha causado más intriga que repulsión. Y eso es un buen comienzo. Sin embargo, cuando bajamos las escaleras, puedo sentir su temor. Es algo nuevo y completamente desconocido para ella y no dejo de sentirme un poco culpable por incitarla a este tipo de placeres.
—Soy totalmente consciente de que estoy llevándote por un camino oscuro, Anastasia, y por eso quiero de verdad que te lo pienses bien. Seguro que tienes cosas que preguntarme — le digo, ya en la cocina.
Prefiero que lo piense bien antes de apresurar una respuesta. No deseo que se sienta obligada a nada.
Creo que puede hacerme todas las preguntas que crea necesario. Eso la calmará y le dará información para tomar una decisión más acertada. Ha firmado el contrato de confidencialidad, así que no me molesta responder a todas sus dudas.Saco el plato de quesos y las uvas de la nevera. Ella está parada y me mira indagando si debería ayudarme en algo. Comienzo a cortar una baguette y le indico que se siente en un taburete en la barra. Ella acata mi orden, lo cual me llena de satisfacción.
—Has hablado de papeleo— me dice, mientras termino de cortar el pan.
—Sí.
—¿A qué te refieres?
Le explico que además del acuerdo de confidencialidad, necesito que firme otro contrato en donde quedará especificado qué cosas podemos hacer y cuáles no. Es decir, saber cuáles son sus límites y que ella sepa también los míos. Me mira asombrada. Ahora parece tomarse la situación mucho más livianamente que lo que corresponde. No ha registrado todavía que esta es la única forma que yo tengo de relacionarme con las mujeres.
—¿Y si no quiero?—me dice desafiante.
Perfecto, no hay ningún problema. Supongo que no esperará que le ruegue, ni que arme un escándalo.
—Pero ¿no tendremos la más mínima relación? —me pregunta rápidamente.
—No.
—¿Por qué?— me dice un poco molesta.
—Es el único tipo de relación que me interesa.
—¿Por qué?—vuelve a preguntar asombrada.
Podría ensayar mil respuestas para eso, pero escojo la simple. No me pondré a analizarme frente a ella. Encojo los hombros y voy por la respuesta sencilla:
—Soy así.
—¿Y cómo llegaste a ser así?—sigue indagando.
No me resulta divertido el lugar para el que se ha ido la conversación. No tengo intenciones en ser analizado ni por mi forma de ser, ni por mis gustos. ¿Qué se supone que debería responder? De verdad, hubiera preferido que indagara sobre aspectos concretos de la sumisión y no que llevara la charla al plano de mi psiquis. Puede que mi cabeza esté un poco perturbada pero no me interesan las explicaciones sobre eso en este momento.
—¿Por qué cada uno es como es? Es muy difícil saberlo. ¿Por qué a unos les gusta el queso y otros lo odian? ¿Te gusta el queso? La señora Jones, mi ama de llaves, ha dejado queso para la cena.
Empiezo a poner la mesa. Anastasia me mira extrañada. Espero que no se sienta incómoda. Y que le guste el queso…
—¿Qué normas tengo que cumplir?— me pregunta sin prestar atención a la comida.
Está ansiosa, no soporta esperar mucho tiempo más, quiere saber y entender todo ahora mismo. Me mira como examinándome. Ha olvidado que estamos por cenar, está focalizada en otra cosa.
—Las tengo por escrito. Las veremos después de cenar— le digo, intentando que se relaje, que disfrute del momento. Ya luego nos ocuparemos del tema.
—De verdad que no tengo hambre —susurra.
—Vas a comer —le digo, sin darle margen a otra respuesta.
No voy a permitir que se emborrache nuevamente y pierda el control. Y menos esta noche. La quiero consciente, decida y segura para mí. Deseo follármela y verla gemir de placer.Le ofrezco otra copa de vino y me siento a su lado. Le comento que le hará bien comer y que es importante que lo haga. Coge unas uvas. No es la mejor opción, pero es algo.
—¿Hace mucho que estás metido en esto? —retoma el tema.
—Sí.
—¿Es fácil encontrar a mujeres que lo acepten?—me pregunta ingenuamente.
No dudo en serle sincero. Quizás ella imagine una especie de secta o de casos excepcionales. Es más fácil encontrar una sumisa que una camisa con buen corte. Nunca he tenido problemas con las mujeres en ese sentido.
—Te sorprenderías —le respondo sin darle demasiada información.
Coge otra uva y la mete en su boca. Es delicioso verla comer.
—Entonces, ¿por qué yo? De verdad que no lo entiendo— dice algo afligida.
Termina la uva y se muerde el maldito labio inferior. La respuesta sale sin pensarlo.
—Anastasia, ya te lo he dicho. Tienes algo. No puedo apartarme de ti. Soy como una polilla atraída por la luz. Te deseo con locura, especialmente ahora, cuando vuelves a morderte el labio. Se pone nerviosa. Pareciera que en lugar de disfrutar del momento y de mis halagos está empeñada en racionalizar toda la situación. La veo pensativa. Me gustaría saber cuáles son sus pensamientos. La observo atentamente, pero nada puedo descubrir en sus gestos.
—Creo que le has dado la vuelta a ese cliché —me dice, acusándome de algo que no comprendo.
—¡Come!— le indico, perdiendo la paciencia.
—No. Todavía no he firmado nada, así que creo que haré lo que yo decida un rato más, si no te parece mal.
Es evidente que su mayor interés está puesto en desafiarme. Me gustan los desafíos, no voy a negarlo. Hasta podría asegurar que me divierten. En general, siempre gano. Además su actitud rebelde me excita. Será un placer castigarla cada vez que sea necesario. Le sonrío, seguro de que no sabe lo que estoy pensando.
—¿Cuántas mujeres? —me pregunta de repente.
—Quince.
Luego me pregunta la frecuencia, si le he hecho daño a alguna y si le haré daño a ella. Le explico que en algunos casos he estado más tiempo que otro con alguna sumisa, que sí le he hecho daño a una de ellas. Y que sí, que la castigaré cuando sea necesario y que va a ser doloroso. Es justo que lo sepa desde ahora
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En la piel de Grey - Cap. 5.2(Fans de Grey )
Escritora de novelas, relatos cortos, cuentos y leyendas. Comentarios. Crónicas del día. Reportajes sobre cine y televisión
En la piel de Grey - Capítulo 5.1 ( Fans de Grey )
Entra al cuarto de juegos y se queda boquiabierta. Durante un largo rato observa todo en el más absoluto de los silencios. Repasa cada rincón de la habitación: las cuerdas, las cadenas, los grilletes, los palos, los látigos, las fustas. Se detiene especialmente a mirar la cama y el sofáYo estoy parado detrás de ella y la observo. ¿Qué estará pensando de todo esto? Imposible saberlo. Tal vez, salga corriendo. Tal vez, lo acepte. Lo que tengo claro es que probablemente nunca ha estado en un lugar así. Su rostro y, en especial, sus ojos brillantes me lo indican. Comienza a avanzar por la habitación y se detiene frente al látigo de tiras. Parece que ha llamado su atención particularmente. Lo toca, como si tratara de un elemento exótico que nunca ha visto en su vida.
—Es un látigo de tiras —le indico, para que pueda ir reconociendo los objetos.
Puedo percibir que está asustada, pero no puedo garantizarlo. Se la ve nerviosa, con miedo, pero al mismo tiempo parece intrigada de manera positiva, dispuesta a avanzar sobre lo que está pasando. No pareciera que vaya a salir corriendo en shock de pánico. Su miedo es manejable. Y ese es un gran comienzo.Sigue mirando. No habla, Su silencio me impacienta. Quiero escuchar sus pensamientos. Es raro que no haya dicho nada todavía.
—Di algo —le pido, aunque en un tono tranquilo, disimulando mi impaciencia para no asustarla.
—¿Se lo haces a gente o te lo hacen a ti?— me pregunta.
¡Bien! Esa curiosidad es positiva. No empezó diciendo “eres un pervertido” o “¿cómo te atreves a traerme aquí?”. Eso podría haber sucedido y soy consciente de ello. Por eso, me alivia escuchar eso como primera reacción.Me causa algo de gracia que diga “se lo haces a gente”. Es una manera extraña de decirlo. “A gente”. Sí, me sorprende. Y me confirma que no tiene mucha idea sobre estas cuestiones.
—Se lo hago a mujeres que quieren que se lo haga.
—Si tienes voluntarias dispuestas a aceptarlo, ¿qué hago yo aquí?— me pregunta.
Su pregunta me preocupa. ¿Es que acaso cree que hago esto sin consentimiento de la otra parte involucrada? Por otra parte, la respuesta es sencilla. Creo que es evidente porqué está aquí.
—Porque quiero hacerlo contigo, lo deseo— le respondo.
Y al decirlo comienzo a imaginarla atada a esas cadenas, bajo la sumisión de la fusta.Ahora se dirige hacia otro sector de la habitación.Continúa mirando y tocando los objetos, con mucha intriga.
—¿Eres un sádico?—me pregunta, de repente.
—Soy un Amo— le aclaro.
Será importante que entienda la diferencia. Me molesta cierto tipo de confusiones, aunque en este caso no le presto importancia. Anastasia ya aprenderá sobre el tema.
—¿Qué significa eso? —me pregunta. Su tono de voz revela que está intrigada y que sigue algo asustada.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
Veo que no comprende. No hay problema, ya habrá tiempo.
—¿Por qué iba a hacer algo así?— insiste asombrada.
—Por complacerme —le explico.
Su ingenuidad me provoca una sonrisa. Mis propias respuestas también me divierten.Me alienta verla tan bien predispuesta. Hay algo en su actitud que me indica que vamos en una buena dirección.
—Digamos, en términos muy simples, que quiero que quieras complacerme —avanzo en mis explicaciones.
Me mira y no sabe qué responder. Piensa, mueve los ojos. Parece que va a decir algo, pero, luego, no lo hace. Al fin pregunta:
—¿Cómo tengo que hacerlo?
—Tengo normas, y quiero que las acates. Son normas que a ti te benefician y a mí me proporcionan placer . Si cumples esas normas para complacerme, te recompensaré. Si no, te castigaré para que aprendas — le indico.
No sé si realmente me está prestando atención. No deja de mirar en todas las direcciones, analizando cada objeto, cada rincón de la habitación
—¿Y en qué momento entra en juego todo esto? — me dice y hace un círculo con su dedo índice, indicando que se refiere a los artefactos de la habitación.
—Es parte del paquete de incentivos. Tanto de la recompensa como del castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí.
Me alegra comprobar que lentamente va entendiendo. Creo que esto será más fácil de lo que esperaba. Muy bien, señorita Steele. Pregunta educada, se informa, se deja convencer. Continúo la explicación, cada vez más relajado y seguro de que todo está bien.
—Se trata de ganarme tu confianza y tu respeto para que me permitas ejercer mi voluntad sobre ti. Obtendré un gran placer, incluso una gran alegría, si te sometes. Cuanto más te sometas, mayor será mi alegría. La ecuación es muy sencilla.
—De acuerdo, ¿y qué saco yo de todo esto?—me increpa de repente.
Su pregunta tiene algo que me sorprende. La idea de costo-beneficio no era algo que esperara escuchar de Anastasia. Realmente no tengo ni idea cuáles son sus ventajas. Bueno, supongo que obtiene una cosa que le interesa.
—A mí —le respondo sencillamente.
Sin embargo, me deja pensativo. ¿Querría alguna clase de incentivo extra? Algo me ha desconcertado de su comentario. Ya lo dirá.
—Anastasia, no hay manera de saber lo que piensas —me sincero con ella—. Volvamos abajo, así podré concentrarme mejor. Me desconcentro mucho contigo aquí. Le ofrezco mi mano pero me mira con desconfianza. Sigue pensando, analizando la situación. De repente la buena predisposición se ha borrado y ha dejado paso al miedo.
—No voy a hacerte daño, Anastasia— le aclaro. Quiero que se quede tranquila.
Las palabras funcionan. Me da la mano y salimos del cuarto. Antes de bajar le muestro la que sería su habitación si es que decide firmar el contrato. Primero se asombra y me pregunta si pretendo que ella viva allí. Le aclaro que solo se trata de los fines de semana. Luego indaga sobre si dormiremos juntos o separados. Sabe que no duermo con nadie. Me molesta que se meta en ese tema cuando sabe que no lo hago. No quiero exigencias, ni preguntas sobre cosas que no quiero responder.
—¿Dónde duermes tú?— indaga.
—Mi habitación está abajo. Vamos, debes de tener hambre— trato de desviar la conversación.
—Es raro, pero creo que se me ha quitado el hambre —me dice.
Algo nuevo le ha molestado. Tal vez tenga que ver con esto del dormir. Quizás su mayor anhelo sea dormir con su amado amante. No lo sé. Y espero que no sea así.
—Tienes que comer, Anastasia —me concentro en lo importante.
Vamos hacia abajo. En las escaleras vamos de la mano y puedo percibir el temor en su pulso. ¿Qué estoy haciendo? No me gustaría que haga nada por sentirse forzada. La deseo mucho, pero no quiero hacerle mal. Ni que se arrepienta de nada. No estoy dispuesto a asumir ningún riesgo. Todo lo que haga será con su pleno y absoluto consentimiento.
—Es un látigo de tiras —le indico, para que pueda ir reconociendo los objetos.
Puedo percibir que está asustada, pero no puedo garantizarlo. Se la ve nerviosa, con miedo, pero al mismo tiempo parece intrigada de manera positiva, dispuesta a avanzar sobre lo que está pasando. No pareciera que vaya a salir corriendo en shock de pánico. Su miedo es manejable. Y ese es un gran comienzo.Sigue mirando. No habla, Su silencio me impacienta. Quiero escuchar sus pensamientos. Es raro que no haya dicho nada todavía.
—Di algo —le pido, aunque en un tono tranquilo, disimulando mi impaciencia para no asustarla.
—¿Se lo haces a gente o te lo hacen a ti?— me pregunta.
¡Bien! Esa curiosidad es positiva. No empezó diciendo “eres un pervertido” o “¿cómo te atreves a traerme aquí?”. Eso podría haber sucedido y soy consciente de ello. Por eso, me alivia escuchar eso como primera reacción.Me causa algo de gracia que diga “se lo haces a gente”. Es una manera extraña de decirlo. “A gente”. Sí, me sorprende. Y me confirma que no tiene mucha idea sobre estas cuestiones.
—Se lo hago a mujeres que quieren que se lo haga.
—Si tienes voluntarias dispuestas a aceptarlo, ¿qué hago yo aquí?— me pregunta.
Su pregunta me preocupa. ¿Es que acaso cree que hago esto sin consentimiento de la otra parte involucrada? Por otra parte, la respuesta es sencilla. Creo que es evidente porqué está aquí.
—Porque quiero hacerlo contigo, lo deseo— le respondo.
Y al decirlo comienzo a imaginarla atada a esas cadenas, bajo la sumisión de la fusta.Ahora se dirige hacia otro sector de la habitación.Continúa mirando y tocando los objetos, con mucha intriga.
—¿Eres un sádico?—me pregunta, de repente.
—Soy un Amo— le aclaro.
Será importante que entienda la diferencia. Me molesta cierto tipo de confusiones, aunque en este caso no le presto importancia. Anastasia ya aprenderá sobre el tema.
—¿Qué significa eso? —me pregunta. Su tono de voz revela que está intrigada y que sigue algo asustada.
—Significa que quiero que te rindas a mí en todo voluntariamente.
Veo que no comprende. No hay problema, ya habrá tiempo.
—¿Por qué iba a hacer algo así?— insiste asombrada.
—Por complacerme —le explico.
Su ingenuidad me provoca una sonrisa. Mis propias respuestas también me divierten.Me alienta verla tan bien predispuesta. Hay algo en su actitud que me indica que vamos en una buena dirección.
—Digamos, en términos muy simples, que quiero que quieras complacerme —avanzo en mis explicaciones.
Me mira y no sabe qué responder. Piensa, mueve los ojos. Parece que va a decir algo, pero, luego, no lo hace. Al fin pregunta:
—¿Cómo tengo que hacerlo?
—Tengo normas, y quiero que las acates. Son normas que a ti te benefician y a mí me proporcionan placer . Si cumples esas normas para complacerme, te recompensaré. Si no, te castigaré para que aprendas — le indico.
No sé si realmente me está prestando atención. No deja de mirar en todas las direcciones, analizando cada objeto, cada rincón de la habitación
—¿Y en qué momento entra en juego todo esto? — me dice y hace un círculo con su dedo índice, indicando que se refiere a los artefactos de la habitación.
—Es parte del paquete de incentivos. Tanto de la recompensa como del castigo.
—Entonces disfrutarás ejerciendo tu voluntad sobre mí.
Me alegra comprobar que lentamente va entendiendo. Creo que esto será más fácil de lo que esperaba. Muy bien, señorita Steele. Pregunta educada, se informa, se deja convencer. Continúo la explicación, cada vez más relajado y seguro de que todo está bien.
—Se trata de ganarme tu confianza y tu respeto para que me permitas ejercer mi voluntad sobre ti. Obtendré un gran placer, incluso una gran alegría, si te sometes. Cuanto más te sometas, mayor será mi alegría. La ecuación es muy sencilla.
—De acuerdo, ¿y qué saco yo de todo esto?—me increpa de repente.
Su pregunta tiene algo que me sorprende. La idea de costo-beneficio no era algo que esperara escuchar de Anastasia. Realmente no tengo ni idea cuáles son sus ventajas. Bueno, supongo que obtiene una cosa que le interesa.
—A mí —le respondo sencillamente.
Sin embargo, me deja pensativo. ¿Querría alguna clase de incentivo extra? Algo me ha desconcertado de su comentario. Ya lo dirá.
—Anastasia, no hay manera de saber lo que piensas —me sincero con ella—. Volvamos abajo, así podré concentrarme mejor. Me desconcentro mucho contigo aquí. Le ofrezco mi mano pero me mira con desconfianza. Sigue pensando, analizando la situación. De repente la buena predisposición se ha borrado y ha dejado paso al miedo.
—No voy a hacerte daño, Anastasia— le aclaro. Quiero que se quede tranquila.
Las palabras funcionan. Me da la mano y salimos del cuarto. Antes de bajar le muestro la que sería su habitación si es que decide firmar el contrato. Primero se asombra y me pregunta si pretendo que ella viva allí. Le aclaro que solo se trata de los fines de semana. Luego indaga sobre si dormiremos juntos o separados. Sabe que no duermo con nadie. Me molesta que se meta en ese tema cuando sabe que no lo hago. No quiero exigencias, ni preguntas sobre cosas que no quiero responder.
—¿Dónde duermes tú?— indaga.
—Mi habitación está abajo. Vamos, debes de tener hambre— trato de desviar la conversación.
—Es raro, pero creo que se me ha quitado el hambre —me dice.
Algo nuevo le ha molestado. Tal vez tenga que ver con esto del dormir. Quizás su mayor anhelo sea dormir con su amado amante. No lo sé. Y espero que no sea así.
—Tienes que comer, Anastasia —me concentro en lo importante.
Vamos hacia abajo. En las escaleras vamos de la mano y puedo percibir el temor en su pulso. ¿Qué estoy haciendo? No me gustaría que haga nada por sentirse forzada. La deseo mucho, pero no quiero hacerle mal. Ni que se arrepienta de nada. No estoy dispuesto a asumir ningún riesgo. Todo lo que haga será con su pleno y absoluto consentimiento.
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En la piel de Grey- Cap. 5.1 (Fans de Grey )
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